La crisis que se vive hoy en los países europeos responde a causas estructurales de funcionamiento del sistema económico. Es el resultado de un modelo de crecimiento que, finalmente, ha acabado por agotarse como consecuencia de las tendencias que lo impulsaron. La profunda desigualdad social que ha generado impide proseguir en la senda de producción y consumo, beneficio y especulación sobre el que se ha cimentado. No es una crisis nueva y su salida, lejos aún en el horizonte, puede volver a recetas de crisis anteriores o puede desarrollarse de manera diferente según criterios de la ciudadanía y sectores populares que padecen sus consecuencias.
Pero también es una crisis ética. El capitalismo ha tenido en el Estado liberal el soporte político que mejor se adecuaba a su desarrollo y expansión. El individualismo posesivo que acompañó al liberalismo como pensamiento político ha configurado la visión ideológica adecuada y dominante en la sociedad. En consecuencia, la crisis en la estructura económica de la sociedad ha devenido en una crisis en los sistemas de representación política y simbólica, en el Estado y en la ideología dominante.
El triángulo compuesto por la ciudadanía, el sistema económico y el individualismo posesivo en tanto que ideología, se retroalimenta circularmente. Por tanto, para una salida de la crisis según propuestas surgidas de la ciudadanía, tiene que resolverse la crisis ética propiciada por el modelo de relaciones humanas, basado en la satisfacción inmediata de intereses, la posesión de bienes y capacidades humanas, tanto propias como ajenas. Sin ese disenso ético en el que el individuo autónomo, proyecto y mundo, adquiera la condición protagónica de su devenir, el capitalismo podrá sobrevivir aún a condición de haber degradado aún mas eso que llamamos humanidad, lo común en lo que nos reconocemos y nos iguala, la dignidad que compartimos.
Nota: un análisis más extenso puede verse en la serie de artículos publicados en el blog http://perspectivaslibertarias.blogspot.com/