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miércoles, 30 de enero de 2013

Elitismo y poder social. Estudio crítico del concepto orteguiano de minoría (II).


2. Los mejores y las minorías definidas funcionalmente.


Empezaremos por preguntar si aquellos considerados los mejores, los que cultivan la “excelencia”, lo son porque ésta estaba definida, como por ejemplo el ideal normativo de cultura[1], y algunos individuos la alcanzaron, o porque se auparon en posiciones de poder social, económico, político, etc., se les ha atribuido socialmente la condición de los mejores, las minorías selectas en sus propios ámbitos de actuación, ámbitos al que las mayorías estarían socialmente limitadas en sus posibilidades de acceso y, como hablamos en términos de poder, quedarían subordinadas. Pero también cabe como tercera posibilidad el tratarse de una condición subjetiva, de empeño personal, esfuerzo y exigencia que tendría proyección en la sociedad, posibilidad que no estaría reñida con las anteriores; antes bien, aquellas podrían ser una consecuencia de ésta. Con ciertas oscilaciones, Ortega se inclinaría por ésta última.


jueves, 3 de enero de 2013

Elitismo y poder social. Estudio crítico del concepto orteguiano de minoría.




Uno de los aspectos más brillantes contemplados por Ortega en su obra La rebelión de las masas es, sin duda, la caracterización del tipo de hombre medio que domina nuestras sociedades y que Ortega vislumbraba ya en su época: el hombre-masa. Aunque los principales elementos que iban a contribuir a identificar ese tipo de hombre, sujeto a un proceso de socialización en el que el incremento de los medios de producción y consumo, debido en gran parte al desarrollo imparable de la ciencia y la técnica y que unido, según Ortega, a la extensión e interiorización de los valores de la democracia y los derechos ciudadanos, estaban presentes en su época, década de los veinte, parece sin embargo que lo que estaba caracterizando sería más bien la configuración de las masificadas sociedades europeas a partir de los años sesenta.
           
Considero bastante acertadas las diferentes tipologías del hombre-masa. Sin embargo, no parece tan válido lo que Ortega denomina triunfo de la hiperdemocracia, ni en aquellos precisos momentos ni en los subsiguientes años de ascenso de los fascismos, ni en la Europa de la posguerra. Pero con todo, no deja de ser un brillante análisis como brillantes son los apuntes que despliega a lo largo de la obra con esa superación que representa la razón vital respecto al racionalismo y al vitalismo.

Menos satisfactoria me resulta la identificación e implementación del papel dirigente que, para la organización de la vida pública y la sociedad, Ortega pretendía de las minorías selectas. No obstante, y teniendo en cuenta el papel específico y más o menos relevante que en épocas diferentes han adquirido esas minorías, y si realmente es posible hoy que en nuestras democracias occidentales las personas de altura moral ejerzan la función dirigente y pedagógica frente a las imposiciones reactivas del resentimiento y del capricho, propias del hombre-masa, trato de diseccionar el concepto de minorías en Ortega, tanto en La rebelión de las masas como en España invertebrada.

De los 5 capítulos, hoy se publica el primero.