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viernes, 8 de diciembre de 2017

Patriotismo republicano en una España plurinacional


Artículo publicado en Rebelión 


Patriotismo republicano en una España plurinacional

La visión uninacional que se impuso tras la guerra civil y que permaneció con la restauración borbónica sigue contando con el apoyo de las fuerzas políticas que sostienen el régimen del 78. Los símbolos de aquel modelo de España también concitan apoyos importantes entre la población. Pero no por ello deja de mostrar cierto declive y desafección en los territorios periféricos y entre sectores de la población que ya no entienden muy bien qué se está haciendo con la comunidad en la que viven y qué España debe proyectarse hacia el futuro.

En efecto, a la crisis territorial evidenciada ahora con el conflicto catalán se ha unido el importante incremento de las desigualdades sociales –que sitúan a España con el mayor índice de Europa- y la pérdida de soberanía en favor de instituciones europeas o como consecuencia de la firma de tratados internacionales como el CETA (u otros, como sucederá con el TTIP). Además, las políticas de ajuste y el adelgazamiento de los servicios públicos, debilitando el ya insuficiente Estado del bienestar, la pérdida de calidad del trabajo asalariado unido a la importante fuga de capitales hacia paraísos fiscales protagonizado por las élites,  nos devuelve la pregunta –una vez más- que ya inquietaba a finales del XIX: ¿qué es España?

No es suficiente apelar a los símbolos tradicionales y la religión tampoco otorga ahora el papel conformador en lo ideológico que ha servido desde el 39. A pesar de la euforia del momento expresado en el rechazo al secesionismo, el problema sigue estando presente y vivido con preocupación. Las propuestas sobre el modelo de país que se necesita tendrán que replantearse si se quiere entrar en un horizonte de futuro que la ciudadanía asuma como un proyecto propio.

Las corrientes conservadoras y liberales (PP, C´s y, en lo fundamental, también el PSOE), no ofrecen más perspectiva que el mantenimiento del statu quo económico y político que ha interesado a las élites (el régimen del 78) y la inserción en el proceso de unificación –globalización- económica de los mercados y la cesión de soberanía en favor de ellos. Así, las instituciones políticas del Estado solo le interesan como garantes del funcionamiento del sistema. Para ello, además, incrementan el control ideológico y represivo en todos los ámbitos de la vida social (incluidas la redes), sustentado también desde la práctica totalidad de los medios de comunicación.

En esta situación, el republicanismo democrático puede tener una importancia decisiva en la reconfiguración del Estado y del sentido de pertenencia de la ciudadanía. Los pensadores de esta corriente filosófico-política han propuesto la configuración del Estado sobre la base de tres grandes ideas, que difieren de las defendidas por el liberalismo: la noción de libertad como autodeterminación, la importancia de las virtudes cívicas y una defensa de la democracia como participación y compromiso ciudadano.

El sentido republicano de la libertad no es el sentido negativo que le otorga el liberalismo, que lo reduce solo a la no interferencia del Estado o de otros en el ejercicio de los derechos individuales; sino que, al contrario, para el republicanismo, la libertad necesita de la ley, de la regulación estatal que favorezca la independencia y la capacidad decisoria en los ámbitos económicos, civiles y políticos de toda la ciudadanía. Es la libertad entendida como no dependencia de relaciones serviles, patrocinios o de relaciones de dominio personal o estructural; libertad como autodeterminación. El Estado, en consecuencia,  tiene que establecer los dispositivos institucionales y legales necesarios que garanticen a la ciudadanía los derechos elementales a la existencia, a la seguridad y la independencia civil. En la actualidad, la implantación de una Renta Básica Universal se adecuaría plenamente a estos objetivos. Esta defensa de la libertad que hace el republicanismo democrático tiene una doble dimensión: libertad real de los individuos amparada en el marco del Estado, y también la libertad del Estado frente a otros poderes (económico-financieros, de las élites, religiosos, grupos de presión, etc.) y a la injerencia de otros Estados u organismos supraestatales.

La libertad republicana fue planteada en la Grecia clásica con las reformas constitucionales de Efialtes-Pericles y también propuesta durante el periodo plebeyo de la Republica romana. Reapareció, más tarde, en el Renacimiento y tuvo especial importancia en el constitucionalismo norteamericano (Madison, Jefferson…) y en la Ilustración europea (Rousseau, Kant, Robespierre, Marat…, hasta en el propio K. Marx), donde ocupó  un lugar central en los planteamientos de la filosofía política y con notables diferencias respecto a  la visión liberal (Hobbes, Locke, Constant…). Finalmente, el concepto liberal de libertad, ya en el siglo XIX, acabaría siendo hegemónico. Pero lo que se mostrado  desde entonces, es que el modelo liberal de libertad, centrado en la protección de los derechos individuales y contrario a la intervención del Estado en la sociedad civil, ha generado que, consecuencia de la libre competencia, minorías poderosas se impongan sobre el resto para hacer prevalecer su voluntad y sus intereses; por lo que la autonomía que permite la independencia económica  ha sido y es un privilegio de minoritarios sectores de población. Para las mayorías (mujeres, empleados, migrantes, personas sin empleo o en situación de pobreza, etc.)se ha tornado en una práctica difícil poder evitar la intromisión y las relaciones de dependencia o subordinación. Para ellas, la libertad es un ejercicio limitado.

El segundo aspecto que hemos señalado como propio del republicanismo democrático es la promoción de las virtudes cívicas. No se trata de que el Estado promueva ninguna concepción del bien ni que oriente en un modelo determinado de vida moral. Se trata de fomentar virtudes relacionadas con la justicia y la fraternidad, las que puede aceptar cualquier ser racional que sea imparcial. El republicanismo defiende la necesidad de ciudadanos comprometidos con su comunidad, que puedan participar activamente en política y corresponsabilizarse de las obligaciones que ello comporta. Para hacer factible el ejercicio de las virtudes cívicas, como el republicanismo ha propuesto, es condición previa la independencia económica y civil que permite la formación de opinión y la  libre participación en los procesos de deliberación y toma de decisiones. Y para una corresponsabilidad equitativa y libremente asumida con las obligaciones de la comunidad, se hace también necesario que el Estado funcione con un sistema fiscal justo.

Respecto a qué se entiende por democracia, el autogobierno de la comunidad, a lo que tanta importancia concedieron los pensadores republicanos, no es suficiente con los mecanismos de representación. La democracia tiene que fortalecerse profundizando en la participación e introduciendo fórmulas de democracia directa. En la actualidad, dada la complejidad y pluralidad de nuestra sociedad, se hace necesario, para el acercamiento y la toma de decisiones por la ciudadanía, la descentralización del Estado, fortaleciendo –entre otras- las instituciones municipales y las territoriales de las naciones y pueblos que integran el Estado.  Esta descentralización tiene que ir acompañada de otras medidas jurídico-legales que fortalezcan la participación y la democracia. Entre ellas, un sistema proporcional justo y aquellas que aproximen al representante –en cualquier instancia- con el representado, como la rendición de cuentas, la revocabilidad de cargos en caso de incumplimientos, la rotación y desprofesionalización política, incluyendo topes salariales para cargos públicos (más ajustados a la realidad socioeconómica del representado) y la eliminación de privilegios económicos y jurídicos,  así como la inhabilitación para cargo público ante cualquier tipo de corruptela. Las formas de democracia directa hoy pueden verse favorecidas por el establecimiento de referéndums vinculantes y formas de teledemocracia. También tendría que incluirse la obligatoriedad de consultas previas a las instituciones y mecanismo de coordinación social que componen la sociedad civil y la apertura de procesos deliberativos participativos.

En los planteamientos del republicanismo se produjeron confluencias y también diferencias en otros temas, pero fueron estos tres señalados los que se abordaron con mayor intensidad por el republicanismo democrático (o plebeyo) en particular y que hoy tienen plena actualidad.

Más allá de apelaciones a símbolos que hoy todavía remiten en gran medida al pasado y a una visión uninacional, y a la que algunos se aferran para tapar otros intereses, los símbolos (los que sean, todos) tienen que identificar a la patria republicana, que es la gente, la patria donde todas las personas pueden ejercer la ciudadanía como personas libres, la del respeto a la diversidad y a la fraternidad entre los pueblos y naciones, la de la justicia de sus normas. Esa España, con una ciudadanía comprometida, es la España policéntrica que tenemos que construir.


Francisco del Río Sánchez
Profesor de filosofía