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viernes, 16 de enero de 2015

Los mejores para la función rectora de la sociedad: una demanda que plantea Podemos



Ortega y Gasset, admirable filósofo de la primera mitad del siglo XX, escribió numerosos ensayos y artículos que contienen una gran carga profética, y que, a día de hoy, no dejan de sorprendernos. En varias de sus obras escribió acerca de la relación entre minorías selectas y masas. Entre ellas, en “España invertebrada” (inicialmente se publicó como una serie de artículos en el diario el “El Sol”) y en “La rebelión de las masas”.

Puede no compartirse con Ortega el análisis que, en dichas obras, efectúa sobre el papel de las minorías en la formación del Estado español y la ausencia de las mismas en buena parte de su historia. También resulta bastante dudosa la caracterización y composición de lo que este autor entiende por esas minorías selectas que tendrían que ejercer la función rectora de la sociedad en todos sus ámbitos; pero nada de ello impide que se reconozca la importancia y presencia social de los mejores, ciertamente escasa en nuestra historia reciente, y de su necesaria influencia. Y lo que es innegable es que el par opuesto que configuraría la estructura de toda sociedad, las masas, han impuesto su dominio por doquier. Ortega ya lo anunció en los años veinte, pero este dominio ha sido una realidad durante los años de la dictadura y el franquismo sociológico que pervive en nuestros días (aún sea con otras formas de gobernanza política).

La masificación de la sociedad y la imposición de criterios, gustos y caprichos del autosatisfecho hombre masa, no dejan resquicio social que no esté sometido a ellos. Todos los ámbitos de la cultura, los medios de comunicación, la ciencia y las actividades profesionales, la economía y la política quedan subsumidos a esa innegable realidad. Y también con ella, las costumbres y la moral. En el conjunto del Estado, como dice Ortega, “ha triunfado el más chabacano aburguesamiento. Lo mismo en las clases elevadas que en las ínfimas… y la masa de los torpes aplasta cualquier intento de mayor firmeza”. A ese estado social han sucumbido las organizaciones surgidas de todas las clases y grupos sociales: partidos políticos, sindicatos, organizaciones patronales, etc. El hombre masa, del que Ortega describía varios tipos, como el señorito satisfecho, el niño mimado, el bárbaro primitivo o el especialista científico, tiende a imponer dirigentes salidos de su seno que reproducen los mismos esquemas de bajo nivel de moralidad; es decir, políticos que no son más que una prolongación de las masas en la dirigencia política de la sociedad. Por eso, a pesar del incumplimiento de promesas, de las corruptelas, nepotismo y redes clientelares en que incurren durante su gestión, los mismos profesionales de la política continúan insistentemente en el poder, el partidario y el representativo, tras los sucesivos procesos electorales a los que se someten. Pero además, el desarrollo del capitalismo y de la crisis sistémica que padecemos, actúa como correlato del dominio de las masas y la decadencia de la clase política[i].

Ortega creía, a propósito de la distinción en los purana indios de la sucesión de épocas de esplendor (kitra), donde la sociedad estaría dirigida por los mejores, y de épocas decadencia (kali), que el final de la época de decadencia que se vivía en el Estado español podría estar próxima. Pero las minorías calificadas continuaron sin aparecer con fuerza en el escenario social y, en consecuencia, tampoco en el escenario político. Sin embargo, esa tónica general no ha impedido que desde determinados grupos y movimientos, sobre todo a partir del 15M, empiece a cuestionarse el sistema social (y la cultura dominante) a la vez que, también, se aprecia la condición subjetiva de hombres y mujeres que por empeño personal, esfuerzo y exigencia, altura moral y carencia de interés, aparecen como modelos a los que seguir. En esta realidad emergente se les identifica como los mejores para el ejercicio de la función rectora de la sociedad. Entre ellas destacan personas con dotes especiales para el ejercicio de la política y con formado juicio sobre los asuntos públicos (también apreciadas por honestas e integridad personal). A ellas es a las que, estos días, apela la fuerza política surgida desde los movimientos sociales y desde la ciudadanía indignada, como es Podemos; a ellas realiza el llamamiento para que se incorporen al proceso que puede alumbrar un tiempo nuevo.

Con todo, el que sean los mejores hombres y mujeres quienes asuman el papel dirigente de una organización para que, a su vez, puedan alcanzar el gobierno del Estado, no deja de entrañar dificultades en el proceso abierto: ¿es suficiente, en todos los casos, el reconocimiento de aquellos señalados como “los mejores”?, ¿qué tipo de relación se establecerá entre los mejores  y la multitud?, ¿está claro siempre qué se persigue con "el gobierno de los mejores"?

Blas Infante, especialmente en su obra "La dictadura pedagógica", también fue consciente de la necesidad del papel dirigente de los mejores: la aristodemocracia. Para el pensador andaluz, el pueblo tendría que reconocer de entre ellos a los más capacitados para encomendarles la función social y política dirigente, tarea a la que le asignaba una fundamental componente pedagógica. Y en efecto, para la constitución de un nuevos sistema social, una nueva democracia, los aristos, los mejores surgidos desde la ciudadanía, desde los pueblos y la multitud[ii], con el reconocimiento que se les otorga por haberse desligado de la imposición de la masa, tendrían como como función ceder su lugar a pueblos libres dirigidos hacia el fin moral que legitima la existencia del poder político; es decir, que las condiciones económicas, sociales y culturales permitan que la vida y la libertad (y a ser posible, la felicidad) sean una realidad sentida y decidida, con autenticidad, en cada individuo y en cada pueblo.

¿Ejercerán las minorías –de cuya ausencia se lamentaba Ortega- ese compromiso?





[i] En rigor, habría que decir que sus raíces se hunden en los inicios de la Modernidad y la extensión del cosificado programa racionalista por la vieja Europa.

[ii] En esas minorías, entre los mejores, pueden surgir personas de ámbitos diferentes como la economía crítica, la ciencia, el sindicalismo, la banca ética, la economía social y el cooperativismo, la politología, la filosofía, la cultura, etc., personas a las que una la misma visión integral del ser humano y de la sociedad que nuestro tiempo necesita.


Francisco del Río Sánchez
Profesor de Filosofía