Buscar este blog

miércoles, 29 de octubre de 2014

Renta Básica y Trabajo Garantizado: un debate moral antes que una propuesta económico-política.



Publicado en Rebelión.org el 28-10-1914

La Renta Básica Universal es el reconocimiento de la igual dignidad de todos los seres humanos, aspecto no incluido en el Trabajo Garantizado.


Recientemente ha cobrado actualidad la propuesta de una Renta Básica Universal (RBU) a propósito de la que se ha presentado como rival y antagónica, como es el Trabajo Garantizado (TG), y que cuenta con partidarios como el economista Eduardo Garzón[1], entre otros. Resumiendo ambas propuestas, podría decirse que mientras que el TG es una actividad laboral remunerada que el Estado tiene que garantizar a cualquier persona desempleada que lo solicite, la RBU es una asignación monetaria que se concede a todo individuo al margen de su situación personal, laboral o económica. La propia Red Renta Básica la define así: “es un ingreso pagado por el estado, como derecho de ciudadanía, a cada miembro de pleno derecho o residente de la sociedad incluso si no quiere trabajar de forma remunerada, sin tomar en consideración si es rico o pobre o, dicho de otra forma, independientemente de cuáles puedan ser las otras posibles fuentes de renta, y sin importar con quien conviva.”[2]

Cada una de estas propuestas es consecuencia de unos principios que lo justifican que, pese a ser diferentes, no necesariamente tienen que ser incompatibles entre sí. La implantación del trabajo garantizado (TG) parte de la consideración del trabajo como un derecho que toda persona posee, y es un derecho porque el trabajo, la actividad práctico-productiva, constituye la esencia del ser humano. El principio de justicia que se deduce de esta consideración de lo que el ser humano es, de su esencia, lo expresaría Marx con la frase “de cada cual según sus capacidades, a cada cual según su necesidad.”[3]

miércoles, 22 de octubre de 2014

Plutocracia o aristodemocracia. Tribulaciones de un profesor al explicar en clase el orden moral y la política en Platón.



                                                                               
La puerta giratoria de la clase política (las casta).
                                                                          

En la filosofía de Platón ocupa un lugar central una obra de su madurez en la que está contenido lo fundamental de su pensamiento y la dimensión práctica del mismo: la República. En ella expone Platón todo su filosofía, pero es, sin duda, la justicia el tema que le interesaba en este magno estudio. Por eso, parte de sus textos suelen ser de lectura obligatoria entre el alumnado de bachillerato, así como esta obra en su conjunto lo es para el alumnado de la facultad de Filosofía.

Cuando en estos días andamos explicando la filosofía de Platón, y más en concreto, el orden moral y político que propone como modelo de sociedad, necesariamente tenemos que hablar de la justicia en el Estado. Es bien sabido que para suscitar el interés del alumnado, los profesores/as utilizamos referencias actuales que inciten a la contrastación y al debate. En mi caso, la primeras preguntas que suelo hacer en clase, respecto al tema que comento, es la del porqué tiene que haber Estado y dónde reside la legitimidad del mismo. Y nos introducimos en las propuestas de Platón: el Estado tiene como función promover la virtud y la justicia, tanto individualmente como socialmente, y es una condición necesaria para que los ciudadanos/as puedan conseguirse una vida feliz. 

Tras el debate, ya es imposible sustraerse a la crítica de nuestro presente: el fin moral del Estado no existe y este no es más que un simple aparato de poder al servicio de minoritarios sectores de población, sectores económicos y financieros que, además, intervienen o utilizan la representación política para incrementar sus privilegios. Pero la crítica no se agota en la función del Estado. En la división funcional que Platón establecía para el modelo de sociedad, asignaba a los sabios, condición que se alcanzaba tras un largo proceso educativo, el ejercicio de la dirección de la sociedad. Pero para este grupo social, como para los guardianes, Platón incluye también otras medidas de carácter moral para impedir el egoísmo, el lucro personal y la corrupción que puede acompañar el ejercicio del poder: quedan excluidos de las ventajas económicas (1) que pueden disponer otros grupos sociales, como es el de los productores. El poder social y político de los gobernantes, por tanto, se justifica y adquiere legitimidad en el hecho de ser los más dotados (2) para el ejercicio del mismo.

Entonces, mano alzada, la voz inconformista pregunta cómo es posible que en nuestra sociedad no aparezcan los mejores, cómo es posible que sea la oligarquía, que se esconde tras el eufemismo de los mercados, quien ostente el poder global, cómo es posible el poder político actúe movido por intereses económicos. Es cierto, no son las personas que con esfuerzo han alcanzado la formación adecuada, las que tienen la altura moral y humana para promover la virtud y la justicia, las que hoy nos dirigen, sino una decadente clase política que se mantiene a sí misma en un sistema social que favorece a una minoría privilegiada.

Sí, en efecto, la aristodemocracia, las mejores personas para la dirección de la sociedad y la función pedagógica que les corresponde, como también señalara Blas Infante, las que el propio pueblo reconoce de entre ellas, se encuentran sustituidas por una plutocracia, por un gobierno de los ricos. ¿Hablamos de política? No, estábamos hablando de Platón.



(1) En concreto Platón propone que ni puedan acceder a la propiedad privada ni constituir familia propia.
(2) Los sabios o filósofos.


Francisco del Río
Profesor de Filosofía