La puerta giratoria de la clase política (las casta). |
En la filosofía de Platón ocupa
un lugar central una obra de su madurez en la que está contenido lo fundamental
de su pensamiento y la dimensión práctica del mismo: la República.
En ella expone Platón todo su filosofía, pero es, sin duda, la justicia el tema
que le interesaba en este magno estudio. Por eso, parte de sus textos suelen
ser de lectura obligatoria entre el alumnado de bachillerato, así como esta
obra en su conjunto lo es para el alumnado de la facultad de Filosofía.
Cuando en estos días andamos
explicando la filosofía de Platón, y más en concreto, el orden moral y político
que propone como modelo de sociedad, necesariamente tenemos que hablar de la
justicia en el Estado. Es bien sabido que para suscitar el interés del
alumnado, los profesores/as utilizamos referencias actuales que inciten a la
contrastación y al debate. En mi caso, la primeras preguntas que suelo hacer en
clase, respecto al tema que comento, es la del porqué tiene que haber Estado y
dónde reside la legitimidad del mismo. Y nos introducimos en las propuestas de
Platón: el Estado tiene como función promover la virtud y la justicia, tanto
individualmente como socialmente, y es una condición necesaria para que los
ciudadanos/as puedan conseguirse una vida feliz.
Tras el debate, ya es imposible
sustraerse a la crítica de nuestro presente: el fin moral del Estado no existe
y este no es más que un simple aparato de poder al servicio de minoritarios
sectores de población, sectores económicos y financieros que, además,
intervienen o utilizan la representación política para incrementar sus
privilegios. Pero la crítica no se agota en la función del Estado. En la
división funcional que Platón establecía para el modelo de sociedad, asignaba a
los sabios, condición que se alcanzaba tras un largo proceso educativo, el
ejercicio de la dirección de la sociedad. Pero para este grupo social, como
para los guardianes, Platón incluye también otras medidas de carácter moral
para impedir el egoísmo, el lucro personal y la corrupción que puede acompañar
el ejercicio del poder: quedan excluidos de las ventajas económicas (1) que
pueden disponer otros grupos sociales, como es el de los productores. El poder
social y político de los gobernantes, por tanto, se justifica y adquiere
legitimidad en el hecho de ser los más dotados (2) para el ejercicio
del mismo.
Entonces, mano alzada, la voz
inconformista pregunta cómo es posible que en nuestra sociedad no aparezcan los
mejores, cómo es posible que sea la oligarquía, que se esconde tras el
eufemismo de los mercados, quien ostente el poder global, cómo es posible el
poder político actúe movido por intereses económicos. Es cierto, no son las
personas que con esfuerzo han alcanzado la formación adecuada, las que tienen
la altura moral y humana para promover la virtud y la justicia, las que hoy nos
dirigen, sino una decadente clase política que se mantiene a sí misma en un
sistema social que favorece a una minoría privilegiada.
Sí, en efecto, la
aristodemocracia, las mejores personas para la dirección de la sociedad y la
función pedagógica que les corresponde, como también señalara Blas Infante, las
que el propio pueblo reconoce de entre ellas, se encuentran sustituidas por una
plutocracia, por un gobierno de los ricos. ¿Hablamos de política? No, estábamos
hablando de Platón.
(1) En concreto Platón propone que ni puedan acceder a la propiedad privada ni constituir familia propia.
(2) Los sabios o filósofos.
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