Ortega y Gasset, admirable
filósofo de la primera mitad del siglo XX, escribió numerosos ensayos y
artículos que contienen una gran carga profética, y que, a día de hoy, no dejan
de sorprendernos. En varias de sus obras escribió acerca de la relación entre
minorías selectas y masas. Entre ellas, en “España invertebrada” (inicialmente
se publicó como una serie de artículos en el diario el “El Sol”) y en “La
rebelión de las masas”.
Puede no compartirse con Ortega
el análisis que, en dichas obras, efectúa sobre el papel de las minorías en la
formación del Estado español y la ausencia de las mismas en buena parte de su
historia. También resulta bastante dudosa la caracterización y composición de
lo que este autor entiende por esas minorías selectas que tendrían que ejercer
la función rectora de la sociedad en todos sus ámbitos; pero nada de ello
impide que se reconozca la importancia y presencia social de los mejores, ciertamente
escasa en nuestra historia reciente, y de su necesaria influencia. Y lo
que es innegable es que el par opuesto que configuraría la estructura de toda
sociedad, las masas, han impuesto su dominio por doquier. Ortega ya lo anunció
en los años veinte, pero este dominio ha sido una realidad durante los años de
la dictadura y el franquismo sociológico que pervive en nuestros días (aún sea con
otras formas de gobernanza política).
La masificación de la sociedad y
la imposición de criterios, gustos y caprichos del autosatisfecho hombre masa,
no dejan resquicio social que no esté sometido a ellos. Todos los ámbitos de la
cultura, los medios de comunicación, la ciencia y las actividades
profesionales, la economía y la política quedan subsumidos a esa innegable
realidad. Y también con ella, las costumbres y la moral. En el conjunto del
Estado, como dice Ortega, “ha triunfado el más chabacano aburguesamiento. Lo
mismo en las clases elevadas que en las ínfimas… y la masa de los torpes
aplasta cualquier intento de mayor firmeza”. A ese estado social han sucumbido
las organizaciones surgidas de todas las clases y grupos sociales: partidos
políticos, sindicatos, organizaciones patronales, etc. El hombre masa, del que
Ortega describía varios tipos, como el señorito satisfecho, el niño mimado, el
bárbaro primitivo o el especialista científico, tiende a imponer dirigentes
salidos de su seno que reproducen los mismos esquemas de bajo nivel de
moralidad; es decir, políticos que no son más que una prolongación de las masas
en la dirigencia política de la sociedad. Por eso, a pesar del incumplimiento
de promesas, de las corruptelas, nepotismo y redes clientelares en que incurren
durante su gestión, los mismos profesionales de la política continúan
insistentemente en el poder, el partidario y el representativo, tras los
sucesivos procesos electorales a los que se someten. Pero además, el desarrollo
del capitalismo y de la crisis sistémica que padecemos, actúa como correlato
del dominio de las masas y la decadencia de la clase política[i].
Ortega creía, a propósito de la
distinción en los purana indios de la sucesión de épocas de esplendor (kitra),
donde la sociedad estaría dirigida por los mejores, y de épocas decadencia
(kali), que el final de la época de decadencia que se vivía en el Estado
español podría estar próxima. Pero las minorías calificadas continuaron sin
aparecer con fuerza en el escenario social y, en consecuencia, tampoco en el
escenario político. Sin embargo, esa tónica general no ha impedido que desde
determinados grupos y movimientos, sobre todo a partir del 15M, empiece a
cuestionarse el sistema social (y la cultura dominante) a la vez que, también,
se aprecia la condición subjetiva de hombres y mujeres que por empeño personal,
esfuerzo y exigencia, altura moral y carencia de interés, aparecen como modelos
a los que seguir. En esta realidad emergente se les identifica como los mejores
para el ejercicio de la función rectora de la sociedad. Entre ellas destacan personas
con dotes especiales para el ejercicio de la política y con formado juicio
sobre los asuntos públicos (también apreciadas por honestas e integridad
personal). A ellas es a las que, estos días, apela la fuerza política surgida
desde los movimientos sociales y desde la ciudadanía indignada, como es Podemos;
a ellas realiza el llamamiento para que se incorporen al proceso que puede
alumbrar un tiempo nuevo.
Con todo, el que sean los mejores
hombres y mujeres quienes asuman el papel dirigente de una organización para
que, a su vez, puedan alcanzar el gobierno del Estado, no deja de entrañar
dificultades en el proceso abierto: ¿es suficiente, en todos los casos, el
reconocimiento de aquellos señalados como “los mejores”?, ¿qué tipo de relación
se establecerá entre los mejores y la multitud?, ¿está claro siempre qué
se persigue con "el gobierno de los mejores"?
Blas Infante, especialmente en su
obra "La dictadura pedagógica", también fue consciente de la
necesidad del papel dirigente de los mejores: la aristodemocracia. Para el
pensador andaluz, el pueblo tendría que reconocer de entre ellos a los más
capacitados para encomendarles la función social y política dirigente, tarea a
la que le asignaba una fundamental componente pedagógica. Y en efecto, para la
constitución de un nuevos sistema social, una nueva democracia, los aristos, los
mejores surgidos desde la ciudadanía, desde los pueblos y la multitud[ii],
con el reconocimiento que se les otorga por haberse desligado de la imposición
de la masa, tendrían como como función ceder su lugar a pueblos libres dirigidos
hacia el fin moral que legitima la existencia del poder político; es decir, que
las condiciones económicas, sociales y culturales permitan que la vida y la
libertad (y a ser posible, la felicidad) sean una realidad sentida y decidida,
con autenticidad, en cada individuo y en cada pueblo.
¿Ejercerán las minorías –de cuya
ausencia se lamentaba Ortega- ese compromiso?
[i] En
rigor, habría que decir que sus raíces se hunden en los inicios de la
Modernidad y la extensión del cosificado programa racionalista por la vieja
Europa.
[ii] En esas
minorías, entre los mejores, pueden surgir personas de ámbitos diferentes como
la economía crítica, la ciencia, el sindicalismo, la banca ética, la economía
social y el cooperativismo, la politología, la filosofía, la cultura, etc.,
personas a las que una la misma visión integral del ser humano y de la sociedad
que nuestro tiempo necesita.
Francisco del Río Sánchez
Profesor de Filosofía