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jueves, 26 de febrero de 2015

28-F: un día de Andalucía muy lejos de los planteamientos de Blas Infante. Un esbozo de su pensamiento.



El 28 de febrero, aniversario del referéndum en que el pueblo andaluz decidió constituirse como comunidad autónoma, es oficialmente el día de Andalucía. Por ese motivo, el Gobierno andaluz y las instituciones oficiales programan una serie de actividades conmemorativas de lo que supuso aquella fecha. Sin embargo, desde diferentes organizaciones sociales andaluzas, se critica la complacencia desde las instituciones respecto a la situación actual. Incluso se reclama que la fecha emblemática para celebrar el día de Andalucía tendría que ser el 4 de diciembre, pues fue en esa fecha de 1977 cuando se alcanzaron las mayores movilizaciones (algunas fueron fuertemente reprimidas, ocasionando la muerte del joven M. García Caparrós en la manifestación de Málaga) para reclamar el reconocimiento de la identidad andaluza. Y lo que se pretende es que el espíritu, los objetivos que entonces se llevaron a la calle, sean los que realmente inspiren la acción para recuperar la identidad cultural del pueblo andaluz y su soberanía política.

La figura del considerado padre de la patria andaluza, Blas Infante, vuelve a emerger con reconocimientos desiguales. Por un lado, las instituciones oficiales parecen mostrar a un Blas Infante que se reconocería con el modelo actual de comunidad. Pero por los sectores más sensibilizados con las históricas demandas del pueblo andaluz, se denuncia la tergiversación de su pensamiento y los objetivos políticos que  Blas Infante persiguió.

¿Cuáles fueron las inquietudes de Blas Infante, qué se proponía para recuperar el estado de postración en que permanecía –y permanece- el pueblo andaluz? En un pasaje de su primera obra, “El ideal Andaluz”, expone lo que le guiará siempre en su quehacer político por el pueblo andaluz: ““Yo tengo clavada en la conciencia, desde mi infancia, la visión sombría del jornalero. Yo le he visto pasear su hambre por las calles del pueblo, confundiendo su agonía con la agonía triste de las tardes invernales…” (Infante, 1915)[i]. Los andaluces, desposeídos a partir del siglo XIII de sus tierras, entraron en la Era Moderna bajo el poder de la nobleza castellana. Desde entonces, los que no fueron expulsados (también con las posteriores de tipo económico), vivieron sumidos en la explotación económica y en la asimilación cultural. Infante sabía que la recuperación de la identidad pasaba por la reapropiación de lo que fueron sus medios de vida. Para que el pueblo andaluz pudiera volver a ser un pueblo, tendría que disponer de la propia capacidad de producir sus medios de vida, y hacerlo con las características con las que siempre lo ha intentado: proyectando su espíritu. Ninguna de las fórmulas políticas en pugna durante el siglo XX satisfacen el ideal del pueblo andaluz, el ideal de libertad, porque ese ideal, presente en la cultura andaluza desde sus orígenes, solo puede conseguirse cuando la libertad individual coincida con la libertad colectiva del pueblo en una sociedad justa orientada hacia el ideal de humanidad.

Infante continúa elaborando su pensamiento filosófico y político en obras como “La dictadura pedagógica”, la inconclusa obra “Fundamentos de Andalucía” o “El complot de Tablada y el Estado libre de Andalucía”. La libertad tiene que construirse desde abajo, desde el  individuo al municipio, pasando por la comarca y la provincia, hasta alcanzar el autogobierno como pueblo. La propiedad privada puede ser superada por la propiedad de todos, la propiedad comunal; pero el derecho a la posesión, a la generación de riqueza y a los productos del trabajo, estará a disposición de cada cual y al alcance de todos. Todas las familias jornaleras, los auténticos andaluces que fueron desposeídos, por tanto, tienen derecho a la tierra, al trabajo y la posesión de ella.

El ideal presente en el pueblo andaluz es un ideal de libertad incompatible con el capitalismo y el colectivismo socialista. La cultura andaluza es una cultura de raíz libertaria, humanista y vitalista, como sus abolengos griegos, y cuyo genio ha proporcionado brillantes épocas (Tartesos, Bética, Al-Andalus) en la historia. Derrotado y oculto, el ideal andaluz, de libertad y justicia, podrá aparecer y realizarse surgiendo desde cada individuo, construyendo la democracia con la entrega de los mejores hombres y mujeres en la tarea de formar al pueblo en la paz, la libertad y solidaridad para alcanzar un comunismo afectivo, de seres humanos libres y solidarios, es decir el comunismo libertario.

Si de Castilla proviene el señoritismo parasitario enquistado en la estructura social andaluza: el señorito, cacique o terrateniente que oprime y explota al pueblo andaluz; y si el Estado español, su dominio político y centralista, son la causa del empobrecimiento y anulación político-cultural de Andalucía, entonces España es el problema. En consecuencia, el pueblo andaluz, contra el señoritismo y contra el españolismo, tiene que exigir la autodeterminación, constituirse con la capacidad política para ser dueña de sus propios recursos y decidir por sí misma su propio destino. No para construir una Andalucía cerrada en sí (el nacionalismo andaluz es un nacionalismo antinacionalista), sino para el progreso de los pueblos en el ideal de libertad, el ideal de humanidad que, como sucedió en otros períodos de la historia, emergerá desde las propias raíces culturales de Andalucía.

Francisco del Río Sánchez
Profesor de Filosofía



[i] El Ideal Andaluz Ed. Fundación Blas Infante, p. 80