Artículo publicado en Rebelión
Patriotismo republicano en una
España plurinacional
La visión uninacional que se
impuso tras la guerra civil y que permaneció con la restauración borbónica
sigue contando con el apoyo de las fuerzas políticas que sostienen el régimen
del 78. Los símbolos de aquel modelo de España también concitan apoyos
importantes entre la población. Pero no por ello deja de mostrar cierto declive
y desafección en los territorios periféricos y entre sectores de la población
que ya no entienden muy bien qué se está haciendo con la comunidad en la que
viven y qué España debe proyectarse hacia el futuro.
En efecto, a la crisis
territorial evidenciada ahora con el conflicto catalán se ha unido el
importante incremento de las desigualdades sociales –que sitúan a España con el
mayor índice de Europa- y la pérdida de soberanía en favor de instituciones
europeas o como consecuencia de la firma de tratados internacionales como el
CETA (u otros, como sucederá con el TTIP). Además, las políticas de ajuste y el
adelgazamiento de los servicios públicos, debilitando el ya insuficiente Estado
del bienestar, la pérdida de calidad del trabajo asalariado unido a la
importante fuga de capitales hacia paraísos fiscales protagonizado por las
élites, nos devuelve la pregunta –una
vez más- que ya inquietaba a finales del XIX: ¿qué es España?
No es suficiente apelar a los
símbolos tradicionales y la religión tampoco otorga ahora el papel conformador
en lo ideológico que ha servido desde el 39. A pesar de la euforia del momento
expresado en el rechazo al secesionismo, el problema sigue estando presente y
vivido con preocupación. Las propuestas sobre el modelo de país que se necesita
tendrán que replantearse si se quiere entrar en un horizonte de futuro que la
ciudadanía asuma como un proyecto propio.
Las corrientes conservadoras y
liberales (PP, C´s y, en lo fundamental, también el PSOE), no ofrecen más
perspectiva que el mantenimiento del statu quo económico y político que ha interesado
a las élites (el régimen del 78) y la inserción en el proceso de unificación
–globalización- económica de los mercados y la cesión de soberanía en favor de
ellos. Así, las instituciones políticas del Estado solo le interesan como
garantes del funcionamiento del sistema. Para ello, además, incrementan el
control ideológico y represivo en todos los ámbitos de la vida social (incluidas
la redes), sustentado también desde la práctica totalidad de los medios de
comunicación.
En esta situación, el
republicanismo democrático puede tener una importancia decisiva en la reconfiguración
del Estado y del sentido de pertenencia de la ciudadanía. Los pensadores de
esta corriente filosófico-política han propuesto la configuración del Estado sobre
la base de tres grandes ideas, que difieren de las defendidas por el
liberalismo: la noción de libertad como autodeterminación, la importancia de
las virtudes cívicas y una defensa de la democracia como participación y
compromiso ciudadano.
El sentido republicano de la
libertad no es el sentido negativo que le otorga el liberalismo, que lo reduce
solo a la no interferencia del Estado o de otros en el ejercicio de los
derechos individuales; sino que, al contrario, para el republicanismo, la
libertad necesita de la ley, de la regulación estatal que favorezca la
independencia y la capacidad decisoria en los ámbitos económicos, civiles y políticos
de toda la ciudadanía. Es la libertad entendida como no dependencia de
relaciones serviles, patrocinios o de relaciones de dominio personal o
estructural; libertad como autodeterminación. El Estado, en consecuencia, tiene que establecer los dispositivos institucionales
y legales necesarios que garanticen a
la ciudadanía los derechos elementales a la existencia, a la seguridad y la
independencia civil. En la actualidad, la implantación de una Renta Básica Universal
se adecuaría plenamente a estos objetivos. Esta defensa de la libertad
que hace el republicanismo democrático tiene una doble dimensión: libertad real
de los individuos amparada en el marco del Estado, y también la libertad del
Estado frente a otros poderes (económico-financieros, de las élites,
religiosos, grupos de presión, etc.) y a la injerencia de otros Estados u
organismos supraestatales.
La libertad republicana fue
planteada en la Grecia clásica con las reformas constitucionales de Efialtes-Pericles
y también propuesta durante el periodo plebeyo de la Republica romana.
Reapareció, más tarde, en el Renacimiento y tuvo especial importancia en el
constitucionalismo norteamericano (Madison, Jefferson…) y en la Ilustración
europea (Rousseau,
Kant, Robespierre, Marat…, hasta en el propio K. Marx), donde ocupó un lugar central en los planteamientos de la
filosofía política y con notables diferencias respecto a la visión liberal (Hobbes, Locke, Constant…).
Finalmente, el concepto liberal de libertad, ya en el siglo XIX, acabaría
siendo hegemónico. Pero lo que se mostrado desde
entonces, es que el modelo liberal de libertad, centrado en la protección de
los derechos individuales y contrario a la intervención del Estado en la sociedad
civil, ha generado que, consecuencia de la libre competencia, minorías
poderosas se impongan sobre el resto para hacer prevalecer su voluntad y sus
intereses; por lo que la autonomía que permite la independencia económica ha sido y es un privilegio de minoritarios
sectores de población. Para las mayorías (mujeres, empleados, migrantes,
personas sin empleo o en situación de pobreza, etc.)se ha tornado en una
práctica difícil poder evitar la intromisión y las relaciones de dependencia o
subordinación. Para ellas, la libertad es un ejercicio limitado.
El segundo aspecto que hemos
señalado como propio del republicanismo democrático es la promoción de las
virtudes cívicas. No se trata de que el Estado promueva ninguna concepción del
bien ni que oriente en un modelo determinado de vida moral. Se trata de
fomentar virtudes relacionadas con la justicia y la fraternidad, las que puede
aceptar cualquier ser racional que sea imparcial. El republicanismo defiende la
necesidad de ciudadanos comprometidos con su comunidad, que puedan participar
activamente en política y corresponsabilizarse de las obligaciones que ello
comporta. Para hacer factible el ejercicio de las virtudes cívicas, como el
republicanismo ha propuesto, es condición previa la independencia económica y
civil que permite la formación de opinión y la
libre participación en los procesos de deliberación y toma de
decisiones. Y para una corresponsabilidad equitativa y libremente asumida con
las obligaciones de la comunidad, se hace también necesario que el Estado
funcione con un sistema fiscal justo.
Respecto a qué se entiende por
democracia, el autogobierno de la comunidad, a lo que tanta importancia
concedieron los pensadores republicanos, no es suficiente con los mecanismos de
representación. La democracia tiene que fortalecerse profundizando en la
participación e introduciendo fórmulas de democracia directa. En la actualidad,
dada la complejidad y pluralidad de nuestra sociedad, se hace necesario, para
el acercamiento y la toma de decisiones por la ciudadanía, la descentralización
del Estado, fortaleciendo –entre otras- las instituciones municipales y las
territoriales de las naciones y pueblos que integran el Estado. Esta descentralización tiene que ir
acompañada de otras medidas jurídico-legales que fortalezcan la participación y
la democracia. Entre ellas, un sistema proporcional justo y aquellas que
aproximen al representante –en cualquier instancia- con el representado, como
la rendición de cuentas, la revocabilidad de cargos en caso de incumplimientos,
la rotación y desprofesionalización política, incluyendo topes salariales para
cargos públicos (más ajustados a la realidad socioeconómica del representado) y
la eliminación de privilegios económicos y jurídicos, así como la inhabilitación para cargo público
ante cualquier tipo de corruptela. Las formas de democracia directa hoy pueden
verse favorecidas por el establecimiento de referéndums vinculantes y formas de
teledemocracia. También tendría que incluirse la obligatoriedad de consultas
previas a las instituciones y mecanismo de coordinación social que componen la
sociedad civil y la apertura de procesos deliberativos participativos.
En los planteamientos del republicanismo se produjeron confluencias y
también diferencias en otros temas, pero fueron estos tres señalados los que se
abordaron con mayor intensidad por el republicanismo democrático (o plebeyo) en
particular y que hoy tienen plena actualidad.
Más allá de apelaciones a símbolos que hoy todavía remiten en gran medida
al pasado y a una visión uninacional, y a la que algunos se aferran para tapar
otros intereses, los símbolos (los que sean, todos) tienen que identificar a la
patria republicana, que es la gente, la patria donde todas las personas pueden
ejercer la ciudadanía como personas libres, la del respeto a la diversidad y a
la fraternidad entre los pueblos y naciones, la de la justicia de sus normas.
Esa España, con una ciudadanía comprometida, es la España policéntrica que
tenemos que construir.
Francisco del Río Sánchez
Profesor de filosofía