Se debate en la actualidad acerca de si las reivindicaciones del movimiento 15-M deben canalizarse a través de un partido político, o lo que es lo mismo, si el movimiento debe transformarse en un partido político, o si, por el contrario, el movimiento 15-M debe mantenerse en todo momento ajeno a la lucha partidaria. Algunas voces, minoritarias, también apuntan al apoyo del movimiento a alguna fuerza política ya instituida y más sensible a sus demandas, la cual pudiera ser Izquierda Unida. Analicemos lo que ha sido la relación entre movimientos y partidos políticos.
Lo primero que hemos de constatar es que a lo largo de la historia ha habido movimientos que han surgido desde grupos sociales, estructuralmente definidos, y que han surgido como expresión de sus intereses. Este es el caso de la burguesía como movimiento, especialmente desde el XVlll, con la Ilustración como movimiento cultural que recogía sus reivindicaciones, el movimiento obrero un siglo después a través de los sindicatos o el movimiento feminista, primero como sufragista y, más tarde, como movimiento por la igualdad y el derecho a la diferencia. Ya en la segunda mitad del siglo XX, han surgido otros movimientos no ligados a grupos sociales estructuralmente constituidos, sino a estados de conciencia y socialmente transversales. Entre ellos el movimiento ecologista y el movimiento pacifista.
Los movimientos que respondían a intereses de clase, pronto germinaron en partidos políticos que canalizaron programáticamente los modelos socio-económicos adecuados a sus intereses. Los partidos eran la vanguardia, o vanguardias debido a la fragmentación que se produjo, organizada de la clase a la que representaba. La burguesía y la clase obrera eran sus referentes. En su ideario propugnaban el ideal emancipatorio de la Modernidad, basado en la autonomía de la razón y la realización de la libertad. Para los partidos que representaban los intereses de la burguesía, el Estado liberal, como Estado constitucional de derecho, era la consumación de su proyecto. Por parte de los partidos que representaban los intereses de la clase obrera, el Estado social vendría a dar cuenta de las aspiraciones del movimiento obrero, bien como Estado social y democrático de derecho, bien como Estado socialista que tendría el comunismo, sociedad sin Estado, como meta final.
El movimiento de mujeres o movimiento feminista, reivindicando el derecho al voto al principio y, más tarde, el derecho a la igualdad y también el reconocimiento de la diferencia, al ser un movimiento interclasista, no cristalizó, salvo tímidos intentos, en partidos de corte feminista. Es precisamente ese hecho, el ser un movimiento interclasista, lo que le impedía plantear una ordenación socio-económica de la sociedad diferente a las anteriormente propuestas por la burguesía o el movimiento obrero. Capitalismo, socialismo y sistemas mixtos eran los modelos, y el movimiento feminista podría conseguir sus reivindicaciones sin cuestionarlos.
El movimiento ecologista y el movimiento pacifista surgieron al tomarse conciencia de los límites del desarrollo tecno-económico y a los peligros para la humanidad que había alcanzado la carrera armamentística. El crecimiento económico sin más se tornó imposible para la supervivencia del planeta y la violencia política, además de inmoral, no era una solución estable y válida para los conflictos entre países, menos aún en la era nuclear. La base social de ambos movimientos atravesaba -y atraviesa- todas las clases y estratos sociales. Evidentemente, siempre se autoexcluían de participar en ella las élites sociales y económicas, los sectores favorecidos y privilegiados del sistema, más interesados en el mantenimiento del orden social existente o statu quo que en su cuestionamiento y transformación.
A partir de los 80 del siglo pasado, grupos ecologistas dieron el paso para su conversión en partido. No es que propugnaran un modelo social que acabase con la disyuntiva capitalismo o socialismo, pero sí era un cambio de orientación para ambos modelos. Se trataba de introducir criterios ecológicos en la actividad económica. Desde ese punto de vista, la optimización del beneficio, que es el principio bajo el que opera el capitalismo, era incompatible con el planteamiento ecologista. Tampoco la práctica desarrollista, el desarrollo de las fuerzas productivas, de los modelos socialistas permitía la introducción de los criterios ecológicos (economía circular y cuantificación energética). Por ello, en un primer momento, tenía pleno sentido que el movimiento ecologista funcionara como un cuerpo con dos piernas: las asociaciones y el partido verde. Pero poco a poco, algunos partidos que defendían el capitalismo con las correcciones propias para mantener el Estado del bienestar, es decir, los partidos socialdemócratas, y los partidos de la izquierda interesados en la superación del capitalismo fueron asumiendo criterios ecologistas. Por otro lado, dado que los partidos verdes no cuestionaban la explotación capitalista, entendida como extracción de plustrabajo y obtención de plusvalía, hizo cada vez menos necesaria la existencia de estos partidos, frenando su ascenso y representación parlamentaria.
El movimiento altermundialización sumó asociaciones de movimientos anteriormente citados más otras preocupadas por la pobreza, el neocolonialismo y el expolio de los países empobrecidos así como por la defensa de la diversidad cultural. La solidaridad ha sido el valor guía de este movimiento que exige un cambio en las relaciones Norte-Sur. En general, sus demandas van siendo recogidas por los partidos de izquierda y los partidos verdes.
El movimiento 15-M tampoco es un movimiento que nazca desde una clase social o sector de la sociedad con intereses nítidamente diferenciados. Responde a un estado de conciencia, a saber, la indignación que produce la pérdida de calidad democrática, la tiranía ejercida por los mercados financieros y una clase política más interesada en la conservación de sus privilegios que en el ejercicio de la representación popular. Al reivindicar la calidad de la democracia y no la defensa de los interese de una clase o sector social, no plantea un modelo socioeconómico diferente. No se debate entre capitalismo o socialismo. Es un movimiento transpolítico que surge desde la ciudadanía por un estado generalizado de indignación. En este sentido, la posibilidad de que el movimiento se traduzca en un partido político son más bien escasas. En tanto que movimiento ciudadano por la democracia puede y debe afectar a todo el cuerpo político. Frente a la creciente cosificación del ser humano, es la dignidad humana lo que se trata de situar en primer plano: un sujeto libre y autónomo que pueda decidir sobre su presente y proyectar su futuro. Y ello sobrepasa el marco de los partidos políticos. Sin una ideología preconcebida que responda a unos intereses, sin centro desde el que expandirse y surgiendo espontáneamente desde estados de conciencia que se agregan horizontalmente, los partidos se tendrán que ver afectados por ese crecimiento imprevisto, desestructurado y multiforme.
Hay algunos partidos que se tornan más sensibles al efecto de esos estados de conciencia, especialmente entre la izquierda y verdes (IU, Espacio Plural, Equo, Izquierda Anticapitalista, etc..) y también entre los sindicatos del ámbito libertario (CGT, CNT, SAT, etc.); pero sus consecuencias tendrían –y de hecho van yendo- que ir aún más allá, de manera que ya la acción política no pudiera prescindir de los planteamientos y demandas del movimiento 15-M. Puede ser que el movimiento experimente situaciones de aparente desmovilización, que la indignación apenas sea visible, pero al igual que la silenciosa revolución de las mujeres puesta en marcha por el movimiento feminista, también el movimiento 15-M puede alcanzar sus objetivos sin necesidad de organizarse como partido político.
A modo de conclusión, podemos decir:
1º.- Los movimientos que han cristalizado en partidos políticos han sido movimientos surgidos desde clases sociales con propuestas socieconómicas diferentes que responden a los intereses de la clase: capitalismo, socialismo y fórmulas mixtas. Cuando desde el mismo movimiento han surgido diferentes partidos, ello ha sido por diferencias entre sectores sociales de la misma clase, por elementos ideológicos o confesionales e identitarios –en menor medida- que no han impedido la unidad en lo esencial. Fuera de esa estructura, de esa relación clase-movimiento-vanguardia, no tiene sentido hablar de partidos tal como han sido concebidos desde el programa de la Modernidad.
2º.- La revolución silenciosa de las mujeres impulsada por el movimiento feminista, se inscribe en el mismo programa de la Modernidad que, en sus inicios, había dejado contradictoriamente fuera a la mitad de la población. Sus exigencias acabarán impregnando la teoría y práctica de los partidos constituidos
3º.- El cambio de orientación preconizado por el ecologismo, será absorbido con el tiempo por los partidos políticos, exceptuando a aquellos que representan los intereses de las élites económicas. La misma tendencia puede darse con el movimiento altermundialización, siendo la izquierda la que canalice sus demandas.
4º.- El movimiento 15-M, como movimiento posmoderno y transpolítico que aspira al ejercicio real de la democracia, puede encontrar más aceptación en unos partidos políticos que en otros, pero la democracia es competencia del pueblo y no es un modelo socioeconómico; es una forma de vida que afecta al conjunto de la ciudadanía y que todos los partidos deberían defender. Si esa situación de indignación que dio lugar a su nacimiento permanece en el tiempo, los partidos tendrán que asumirla o serán barridos de las preferencias ciudadanas.
Por último, el ejercicio de la democracia directa, de la autogestión, la comunicación horizontal dentro del propio movimiento y que se aspira también como medidas para la mejora de la calidad de la democracia, es incompatible con la estructura de los partidos, que para ser operativos y eficaces en la competencia partidaria, tiene que ser vertical, jerarquizada y centralizada. La creación de una estructura similar por el movimiento 15-M conllevaría simultáneamente su propia desaparición.
Francisco del Río
Profesor de Filosofía
Profesor de Filosofía
La democracia real la construimos desde abajo, desde nuestro entorno, desde nuestra localidad, desde nuestros ámbitos de trabajo (en casa o en las organizaciones sociales, privadas o públicas); pensamos en global (y somos solidariamente internacionalistas) para actuar en local, nos in_formamos desde los medios alternativos y por esto sabemos, que esta crisis no es económica y sí sistémica, del capitalismo patriarcal; por eso sabemos que el desmesurado consumo, herramienta del capitalismo, ha machacado a la pachamama, ha convetido la alimentación (y el hambre) en un negocio, sigue descriminando a las mujeres del todo el mundo, y se ensaña aún más con las empobrecidas, en el Norte y en el Sur. Por esto, desde el ecofeminismo replanteamos los cuidados a las personas más vulnerables (nuestras mayores...) y a la tierra; y proponemos consumir menos (y consumir de una manera transformadora, que cuide a las personas, sus derechos, y a los otros seres vivos con los que conformamos este planeta.
ResponderEliminarSalud!
Miriam