Lo que el ser humano es. El debate
naturaleza-medio y los presupuestos de toda ética y filosofía política (II).
La ciencia moderna interviene: la importancia de los genes frente a la “página en blanco” (tábula rasa) y el "fantasma de la máquina".
La biología evolutiva, las
ciencias cognitivas, la genética conductista y la neurociencia, también intervinieron
aportando los conocimientos que se iban adquiriendo sobre el genoma y el
cerebro. Los estudios sobre la función de los genes han permitido la
comprensión de determinados aspectos relacionados con las capacidades y
conductas humanas, así como de las predisposiciones comunes a la especie.
Recientemente, autores como Edward O. Wilson o Steven Pinker, han resaltado la
importancia de la naturaleza humana y de sus fundamentos biológicos para el
análisis de lo que el ser humano es, argumentando contra quienes sostienen la
plena maleabilidad de la misma. También han mostrado ciertos errores y
confusiones que se han producido en el debate entre naturaleza-medio. En líneas
generales, puede decirse que desde la ciencia se viene considerando la
importancia del acervo genético y los cromosomas de sus propias células en la
naturaleza humana individual; es decir, de lo heredado, frente a lo cultural,
lo adquirido en sociedad. Los genes conservados en el proceso evolutivo
explicarían los diversos tipos de conducta comunes a todos los seres humanos.
Pinker, en su obra “Tabla rasa”[i],
resume en tres las posturas equívocas sobre la existencia de una naturaleza
humana: la que sostienen que el ser humano es una “página en blanco”, la de
quienes creen en el alma o sustancia similar, lo que él denomina “el fantasma
de la máquina” y, por último, quienes afirman que el ser humano tiene una
naturaleza bondadosa antes de ser corrompida por la sociedad: “el buen
salvaje”. En dicha obra Pinker plantea diversas hipótesis sobre determinados
aspectos de la conducta humana que, en efecto, dependerían de la biología
humana, en tanto especie y en tanto individuos, avaladas de evidencia
científica suficientes para aceptarlas como válidas. Pero desde el punto de
vista metodológico, llama la atención el abuso frecuente de la conocida “falacia
del inductivismo”: no bastan unas cuantas observaciones para obtener
conclusiones generales, para dar por verificadas y aceptar las hipótesis. Porque para aceptar su validez, Pinker tendría que haber tenido en cuenta toda la
evidencia asumida por la comunidad científica y, sobre todo, mostrar los
contraejemplos aparecidos en las investigaciones y que podrían cuestionar alguna de las
hipótesis. No mostrar dichos contrajemplos cuestiona o invalida buena parte de
las hipótesis que defiende.