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jueves, 26 de noviembre de 2015

Libertad e identidad humana: el republicanismo como exigencia moral




La libertad como estructura en el ser humano (I)


La progresiva pérdida de respuestas instintivas ante los estímulos del medio durante el proceso de hominización, provocó el surgimiento y necesidad de la cultura como sistema de respuestas adaptativas que ocuparan ese vacío. Así, la cultura sería un modo de adaptación eficaz y superior al biológico, un factor de humanización que se prolongará en la historia dependiendo del medio físico habitado por los diferentes grupos humanos. Por ello, en tanto que respuestas necesarias, el ser humano se verá inevitablemente impelido a elegir de entre ellas la más conveniente en cada momento. Esta inevitabilidad de la elección es lo que hace de la libertad algo constitutivo del ser humano. Por tanto, la libertad es una dimensión estructural de la condición humana, del animal cultural en que el ser humano consiste.

La libertad podríamos entonces definirla como la capacidad de la voluntad para elegir entre diferentes posibilidades, entre cursos de acción que la realidad, tal como es percibida por el propio entendimiento humano, pueda tener planteada en cada circunstancia histórica y cultural. Y esta elección se realiza  desde las condiciones y capacidades en las que se desarrolla la vida del sujeto.  Libertad, por tanto, no es libre albedrío, no es capacidad de la voluntad para ejecutar todo aquello que el entendimiento (el alma o la razón, en la filosofía cartesiana y el racionalismo) propone o quiere, sino que está condicionada y limitada.

Pero el hecho de que sea una libertad condicionada y limitada, tampoco quiere decir que el ser humano se encuentre determinado por el medio o su naturaleza (la estructura de su cerebro, como algunas hipótesis han sugerido[i]. No al menos más allá de a lo que inevitablemente se encuentra obligado por su propia constitución biológica y la satisfacción de las necesidades que todo ser humano necesita. Estas, si seguimos la teoría (pirámide) de Maslow, de forma creciente emergen desde las necesidades fisiológicas básicas, que una vez satisfechas prosiguen con necesidades de seguridad y protección, sociales y de estima, hasta las más elevadas como la aspiración a la autorrealización. Este proceso de satisfacción de las necesidades, sin embargo, tampoco determina la elección que cada individuo haga en cada caso.

En efecto, como afirma J. Paul Sartre[ii], el ser humano es libre, y arrojado al  mundo es responsable de todo lo que hace. Cada ser humano no es nada más que su proyecto, el conjunto de sus actos; nada más que su vida. El ser humano es libre, y arrojado al  mundo es responsable de todo lo que hace. Pero no es una libertad ilimitada y diferente. No lo es porque el ser humano no está aislado en una subjetividad individual, sino que al mismo tiempo que descubre su intimidad descubre al otro como una libertad, que no piensa o que no quiere sino por o contra él. Así se constituye su vida en sociedad, y no deja de ser un drama. Es lo que Sartre expresara con la elocuente frase “el infierno son los otros”.[iii] Y tampoco es ilimitada y diferente para cada subjetividad porque que existe una universalidad humana de condición. Esta condición humana, para Sartre, serían “los límites a priori que bosquejan su situación fundamental en el universo. Las situaciones históricas varían… Lo que no varía es su necesidad de estar en el mundo, de estar en él trabajando, de estar en él entre otros y de ser en él mortal”[iv]. Por situación entiende Sartre el conjunto de condiciones materiales y hasta psicoanalíticas que, en una época dada, definen precisamente un conjunto.

La situación y las circunstancias exigen y limitan la elección que cada cual hace de sí mismo. Sartre, como Ortega[v], insisten en ello. Se puede admitir que las necesidades humanas vitales impulsarán formas de satisfacerlas y que, dada nuestra condición vulnerable, ensayaremos estrategias adaptativas cultural y grupalmente coincidentes. Pero nunca serán previsibles en lo que respecta a lo que cada individuo decida hacer de su vida.  Cada ser humano es lo que decida hacer de sí. La condición humana está sujeta a unas estructuras similares, pero las elecciones que se realizan y definen lo que el individuo es, el proyecto en el que incardina su vida, es responsabilidad suya. Por eso sólo podremos hablar de condición humana, una condición a la que somos arrojados para elegir entre las oportunidades que nuestro mundo presente nos abre y nos limita.


Francisco del Río
Profesor de filosofía


[i] Véase en el artículo “la identidad humana” el epígrafe “la ciencia interviene”en  El debate naturaleza-medio
[ii] El existencialismo es un humanismo.
[iii] A puerta cerrada.
[iv] El existencialismo es un humanismo.
[v] Filosofía e Historia.

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