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miércoles, 12 de septiembre de 2012

Andalucía entre dos imágenes: liberalismo y libertarismo. De Ortega a Blas Infante: una conclusión final (y 5ª parte).




A modo de conclusión final.

Si la imagen de los pensadores liberales se centraba en el funcionamiento de la sociedad civil desde las relaciones voluntarias que los seres humanos establecen, si entendían que el móvil de las acciones consistía en la búsqueda del propio interés, respondiendo a tendencias de una común naturaleza humana, y  que el orden social era un resultado natural de ellas, el Estado, concebido y acordado en su momento fundacional para preservar y proteger los derechos naturales, tiene la necesidad de mantener el orden social resultado de la competencia entre individuos y en el que cada cual ocupará el lugar jerárquico que le corresponde. Ortega pensará que la dedicación y el esfuerzo de aquellas personas de altura moral que persiguen ideales, las que se exigen mucho y acumulan sobre sí mismas dificultades y deberes, las minorías selectas, tienen que ejercer la función directora en la sociedad. Sólo la perversión de las masas al pretender suplantar a los mejores puede impedir este proceso y, para Ortega, lo que podría ser un futuro mejor: el “eterno instrumento de una voluntad operando selectivamente” (Ortega, 1921)1, operación casi tan natural como la propia de la selección de las especies, de suerte que nos encontraríamos en el enfoque y propuesta de Ortega un liberalismo de cuño conservador y próximo a aquellos otros calificados como de darwinismo social. Desde este prisma intelectual, la aprehensión de la realidad social andaluza, las circunstancias histórico-estructurales en que la cultura andaluza se desenvuelve, se torna una tarea prácticamente imposible. Ortega no pudo ver nada más allá de la misma enfermedad que dominaba el panorama europeo: la ausencia de los mejores y el triunfo del hombre-masa, reteniendo el vulgar tópico de la holgazanería para atribuirle falazmente el reconocimiento de ideal de vida de los andaluces. 

Blas Infante pudo penetrar en la realidad del pueblo andaluz, en su cultura y en las manifestaciones positivas de su espíritu, comprender y analizar las estructuras y circunstancias históricas que  impedían la realización del ideal universal de humanidad, aún como aspiración debilitada tras siglos de opresión, porque sintió y vivió el individualismo libertario que subyace en el alma andaluza.

El marco teórico del libertarismo contemplaba que relaciones sociales que los individuos establecen surgen por necesidad y están históricamente determinadas, aún estableciéndose también otras de carácter voluntario. Pero, contra el liberalismo clásico, el Estado no se funda en un acuerdo convencional entre los ciudadanos, sino que es el aparato de poder que sostiene las estructuras sociales y el poder de la clase dominante. Por lo que, para el pensamiento libertario, no habrá liberación posible sin la erradicación del Estado y las estructuras y clases sociales que mantiene. Blas Infante, como otros pensadores libertarios y como también Marx asumía,  entendieron consecuentemente que la libertad no podía ser un privilegio de algunos, sino un derecho de todos. Sólo entonces, sólo con la consecución del ejercicio real de derechos y libertades de y para todos, esa realidad última que es la vida de cada cual, la de cada individuo, permitirá organizar la vida colectiva desde la fraternidad y, por tanto, el progreso hacia el ideal universal de humanidad.

1 España invertebrada” . Ed. Espasa Calpe. Colección Austral. Edición de 2000, p. 138.   



Francisco del Río
Profesor de Filosofía

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