Uno de los aspectos más brillantes
contemplados por Ortega en su obra La rebelión de las masas es, sin
duda, la caracterización del tipo de hombre medio que domina nuestras sociedades
y que Ortega vislumbraba ya en su época: el hombre-masa. Aunque los principales
elementos que iban a contribuir a identificar ese tipo de hombre, sujeto a un
proceso de socialización en el que el incremento de los medios de producción y
consumo, debido en gran parte al desarrollo imparable de la ciencia y la
técnica y que unido, según Ortega, a la extensión e interiorización de los
valores de la democracia y los derechos ciudadanos, estaban presentes en su
época, década de los veinte, parece sin embargo que lo que estaba
caracterizando sería más bien la configuración de las masificadas sociedades
europeas a partir de los años sesenta.
Considero bastante acertadas las
diferentes tipologías del hombre-masa. Sin
embargo, no parece tan válido lo que Ortega denomina triunfo de la
hiperdemocracia, ni en aquellos precisos momentos ni en los subsiguientes años
de ascenso de los fascismos, ni en la Europa de la posguerra. Pero con todo, no
deja de ser un brillante análisis como brillantes son los apuntes que despliega
a lo largo de la obra con esa superación que representa la razón vital respecto
al racionalismo y al vitalismo.
Menos satisfactoria me resulta la
identificación e implementación del papel dirigente que, para la organización
de la vida pública y la sociedad, Ortega pretendía de las minorías selectas. No
obstante, y teniendo en cuenta el papel específico y más o menos relevante que
en épocas diferentes han adquirido esas minorías, y si realmente es posible hoy
que en nuestras democracias occidentales las personas de altura moral ejerzan
la función dirigente y pedagógica frente a las imposiciones reactivas del
resentimiento y del capricho, propias del hombre-masa, trato de diseccionar el
concepto de minorías en Ortega, tanto en La rebelión de las masas como
en España invertebrada.
De los 5 capítulos, hoy se publica el
primero.