La crítica a la noción liberal de libertad de
Quentin Skinner
I. Berlin sostenía, en su ensayo
“Dos conceptos de libertad”[i], que la
libertad negativa “se expresa como la exigencia directa del mayor grado de no
interferencia compatible con el mínimo de requisitos necesarios para la vida
social”. Para Skinner,
este sentido negativo de libertad -antes de que fuera definido por I. Berlin-
se encontraba en la tradición liberal desde Hobbes, Betham, Locke. Para dicha
tradición, según Skinner, “la presencia de la libertad está marcada por la
ausencia de alguna otra cosa; específicamente, por la ausencia de cierto grado
de coerción que le impida al agente ser capaz de actuar en pos de sus propios
fines, ser capaz de buscar distintas opciones, o al menos ser capaz de elegir
entre diversas alternativas”[ii].
Desde entonces, el debate entre los partidarios de esta concepción negativa de
la libertad giraría en torno a quiénes se consideran agentes, qué se
considerarán como impedimentos, o qué libertades debe gozar el agente para ser
considerado libre. A Skinner le parece claramente insuficiente. Principalmente por el rechazo
entre los seguidores de esta tradición de dos tesis sobre la libertad política:
la primera de las tesis es la que relaciona la libertad con el autogobierno.
Como sostiene CH. Taylor “solo podemos ser libres en una sociedad con cierta
forma canónica que incorpore la noción de un autogobierno”[iii]
y, en consecuencia, una vida dedicada al servicio público y al cultivo de las
virtudes cívicas necesarias para participar en la vida política. La
segunda tesis establece que tal vez deban obligarnos a ser libres, vinculando
la libertad individual con los conceptos de restricción y coerción; es decir,
que el cumplimiento de los deberes públicos sería indispensable para conservar
nuestra propia libertad.
Aunque para los partidarios modernos de la
libertad negativa ninguno de estos argumentos se relacionan con la libertad,
pues entienden que la libertad social o de acción debe depender de la capacidad
propia para maximizar el área dentro de la cual puede reclamarse inmunidad,
incluido a prestar servicios a la comunidad, a Skinner le parece un rechazo apresurado y poco
convincente; como lo es la otra alternativa que Berlin denominaba libertad
positiva. Según este sentido, se trataría de
que el sujeto pueda tener el control sobre su propia vida y sus propias
decisiones, que no dependa de fuerzas exteriores y relaciones de subordinación
y que asuma un proyecto moral para toda la comunidad. Es decir, el autogobierno
en general y como poder de participación directa en el poder soberano. Esto
supondría en la práctica
que se obligue al agente a que persiga determinados objetivos o fines. Y, como
Berlin pretende demostrar, habría desembocado en diferentes formas de
totalitarismo.
Volviendo entonces al sentido negativo de libertad,
si el liberalismo rechaza las paradojas antes expuestas, como sucede con los
autores contemporáneos, su concepto de libertad queda reducido a aquellos
aspectos relacionados con el interés personal y los derechos individuales,
vaciando de contenido el espacio público. En definitiva, es una sociedad basada
exclusivamente en la mano invisible y en la que la fuerza o la amenaza de
fuerza es la única constricción que interfiere con la libertad de los
individuos. Pero el liberalismo olvida una diferencia importante entre lo que
es sufrir una constricción y estar en una situación de dependencia. Si la no
interferencia queda reducida a evitar que alguien, si quiere, pueda constreñir
a otros a hacer lo que no quieren hacer, o a impedir lo que querrían hacer y
tienen capacidad para hacerlo, la dependencia o ser dependientes es vivir en
condiciones tales en las que alguien puede, si quiere, obligar a quien se
encentra en dicha situación a hacer algo que no quiere hacer o impedir que
pueda hacer lo que querría hacer y tiene capacidad para ello. Ser libres,
entonces, para Skinner, no solo es no estar constreñidos, sino también no ser
dependientes de la voluntad arbitraria de otros individuos.
Así, además, fue entendido por el
republicanismo neorromano, tradición de
pensamiento que, plantea Skinner, en la que pueden conciliarse las dos
paradojas con una teoría negativa de la libertad. Desde esta tradición se relaciona
libertad social con autogobierno y en consecuencia vinculan la idea de libertad
personal con la de servicio público virtuoso; por lo que ”tal vez deban
obligarnos a cultivar las virtudes cívicas, y en consecuencia el disfrute de
nuestra libertad personal debe ser el producto de la coerción y la restricción”[iv];
es decir, estar sometida a los poderes coercitivos de la ley.
En definitiva, para Skinner la superación del
liberalismo sin aceptar el sentido positivo de libertad sería una teoría según
la cual si se desea maximizar la propia libertad individual, es necesario hacerse
cargo del espacio público y la partición política, con medidas de control sobre
los representantes; es decir, mejorando la calidad de la democracia. Como
señalaba la visión republicana: “a menos que pongamos nuestros deberes por
delante de nuestros derechos, debemos esperar un cercenamiento de estos
últimos.”[v]
[i] Berlin,
I. (1969/1993) Cuatro ensayos sobre la libertad. Alianza Editorial.
Madrid.
[ii] Las paradojas de la libertad de la libertad
política (Q. Skinner). En Nuevas
ideas republicanas. Ovejero, Gorgorella y Martí (2004).
[iii]
Skinner toma esta cita de Charles Taylor en Las
paradojas de la libertad política. Op. cit.
[iv] Las paradojas de la libertad política.
Op. cit.