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domingo, 27 de agosto de 2017

La crítica a la noción liberal de libertad desde el pensamiento republicano actual (II).


La crítica a la noción liberal de libertad de Quentin Skinner

I. Berlin sostenía, en su ensayo “Dos conceptos de libertad”[i], que la libertad negativa “se expresa como la exigencia directa del mayor grado de no interferencia compatible con el mínimo de requisitos necesarios para la vida social”. Para Skinner, este sentido negativo de libertad -antes de que fuera definido por I. Berlin- se encontraba en la tradición liberal desde Hobbes, Betham, Locke. Para dicha tradición, según Skinner, “la presencia de la libertad está marcada por la ausencia de alguna otra cosa; específicamente, por la ausencia de cierto grado de coerción que le impida al agente ser capaz de actuar en pos de sus propios fines, ser capaz de buscar distintas opciones, o al menos ser capaz de elegir entre diversas alternativas”[ii]. Desde entonces, el debate entre los partidarios de esta concepción negativa de la libertad giraría en torno a quiénes se consideran agentes, qué se considerarán como impedimentos, o qué libertades debe gozar el agente para ser considerado libre. A Skinner le parece claramente  insuficiente. Principalmente por el rechazo entre los seguidores de esta tradición de dos tesis sobre la libertad política: la primera de las tesis es la que relaciona la libertad con el autogobierno. Como sostiene CH. Taylor “solo podemos ser libres en una sociedad con cierta forma canónica que incorpore la noción de un autogobierno”[iii] y, en consecuencia, una vida dedicada al servicio público y al cultivo de las virtudes cívicas necesarias para participar en la vida política. La segunda tesis establece que tal vez deban obligarnos a ser libres, vinculando la libertad individual con los conceptos de restricción y coerción; es decir, que el cumplimiento de los deberes públicos sería indispensable para conservar nuestra propia libertad.

Aunque para los partidarios modernos de la libertad negativa ninguno de estos argumentos se relacionan con la libertad, pues entienden que la libertad social o de acción debe depender de la capacidad propia para maximizar el área dentro de la cual puede reclamarse inmunidad, incluido a prestar servicios a la comunidad, a Skinner  le parece un rechazo apresurado y poco convincente; como lo es la otra alternativa que Berlin denominaba libertad positiva. Según este sentido, se trataría de que el sujeto pueda tener el control sobre su propia vida y sus propias decisiones, que no dependa de fuerzas exteriores y relaciones de subordinación y que asuma un proyecto moral para toda la comunidad. Es decir, el autogobierno en general y como poder de participación directa en el poder soberano. Esto supondría en la práctica que se obligue al agente a que persiga determinados objetivos o fines. Y, como Berlin pretende demostrar, habría desembocado en diferentes formas de totalitarismo.

Volviendo entonces al sentido negativo de libertad, si el liberalismo rechaza las paradojas antes expuestas, como sucede con los autores contemporáneos, su concepto de libertad queda reducido a aquellos aspectos relacionados con el interés personal y los derechos individuales, vaciando de contenido el espacio público. En definitiva, es una sociedad basada exclusivamente en la mano invisible y en la que la fuerza o la amenaza de fuerza es la única constricción que interfiere con la libertad de los individuos. Pero el liberalismo olvida una diferencia importante entre lo que es sufrir una constricción y estar en una situación de dependencia. Si la no interferencia queda reducida a evitar que alguien, si quiere, pueda constreñir a otros a hacer lo que no quieren hacer, o a impedir lo que querrían hacer y tienen capacidad para hacerlo, la dependencia o ser dependientes es vivir en condiciones tales en las que alguien puede, si quiere, obligar a quien se encentra en dicha situación a hacer algo que no quiere hacer o impedir que pueda hacer lo que querría hacer y tiene capacidad para ello. Ser libres, entonces, para Skinner, no solo es no estar constreñidos, sino también no ser dependientes de la voluntad arbitraria de otros individuos.

Así, además, fue entendido por el republicanismo neorromano,  tradición de pensamiento que, plantea Skinner, en la que pueden conciliarse las dos paradojas con una teoría negativa de la  libertad. Desde esta tradición se relaciona libertad social con autogobierno y en consecuencia vinculan la idea de libertad personal con la de servicio público virtuoso; por lo que ”tal vez deban obligarnos a cultivar las virtudes cívicas, y en consecuencia el disfrute de nuestra libertad personal debe ser el producto de la coerción y la restricción”[iv]; es decir, estar sometida a los poderes coercitivos de la ley.

En definitiva, para Skinner la superación del liberalismo sin aceptar el sentido positivo de libertad sería una teoría según la cual si se desea maximizar la propia libertad individual, es necesario hacerse cargo del espacio público y la partición política, con medidas de control sobre los representantes; es decir, mejorando la calidad de la democracia. Como señalaba la visión republicana: “a menos que pongamos nuestros deberes por delante de nuestros derechos, debemos esperar un cercenamiento de estos últimos.”[v]




[i] Berlin, I. (1969/1993) Cuatro ensayos sobre la libertad. Alianza Editorial. Madrid.
[ii] Las paradojas de la libertad de la libertad política (Q. Skinner). En Nuevas ideas republicanas. Ovejero, Gorgorella y Martí (2004).
[iii] Skinner toma esta cita de Charles Taylor en Las paradojas de la libertad política. Op. cit.
[iv] Las paradojas de la libertad política. Op. cit.
[v] Las paradojas de la libertad política. Op. cit.

Francisco del Río Sánchez
Profesor de Filosofía

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