Al encuentro del pensamiento libertario, de la mano del médico
anarcosindicalista Pedro Vallina, acudió el andalucista Blas Infante. En sus
inicios, se aproximó al estudio de la realidad andaluza desde planteamientos
liberal radicalizantes en los que el georgismo (partidarios del economista
Henry George) tendría una influencia decisiva, así como del regeneracionista
Joaquín Costa y, también, con ascendencia krausista que, probablemente por
influencia de Méndez Bejarano, palpita en obras como Ideal Andaluz (1915) e,
incluso, en La dictadura pedagógica.
Más tarde, en Fundamentos de Andalucía
y en La verdad sobre el complot de
Tablada y el Estado libre de Andalucía, se mostrará la definitiva ubicación del nacionalismo libertario,
quebrantado por su prematura muerte a manos de franquistas tras el golpe de
Estado del 36.
Coetáneo en el tiempo[i],
desarrolló su actividad filosófica un de los mayores filósofos hispanos: José
Ortega y Gasset. Ortega había realizado una admirable superación del
racionalismo y del vitalismo nietzscheano, dos de las corrientes filosóficas
que en el primer tercio del siglo XX ejercían antagónicamente gran influencia
en el continente europeo. Tras unos inicios en que Ortega también se aproximó
al socialismo, mantuvo siempre una orientación liberal. Con esa perspectiva
liberal, más allá del liberalismo económico, se preocupó por el dinamismo de la
sociedad civil, la altura moral de las personas, el papel dirigente de las
minorías y el ejercicio de la virtud como tarea para imponerse a la tiranía del
hombre-masa. El autor de La rebelión de
las masas, que fue un intelectual comprometido, estuvo interesado por casi
todos los problemas que le tocó vivir. Resultado de uno de sus viajes a tierras
andaluzas, escribió un breve ensayo sobre el hecho andaluz, Teoría de Andalucía (1927).
Un estudio comparado de lo que ambos autores entienden qué es el hecho
diferencial andaluz, lo culturalmente significativo en la identidad del pueblo
andaluz, muestra cuán diferente puede llegar a ser la apreciación de la
realidad según la perspectiva ideológico-política desde la que se accede a
ella. La diferente apreciación de la realidad andaluza se produce aún a pesar
de que ambos pensadores compartían una inicial orientación liberal en su
pensamiento, pero que mientras en Ortega adquirió una tendencia conservadora[ii]
, en Blas Infante evolucionó bien pronto hacia el libertarismo, rasgo que el
pensador andaluz entendía como propio del ser andaluz.
Pero además, otros muchos aspectos de su pensamiento se encontraban
próximos. Entre ellos destacaría la presencia del vitalismo: de forma expresa
aunque en una integración superadora, en la filosofía de Ortega; implícita en
el pensamiento de Infante, pero que también se apoya y tiene alguna referencia
explícita de autores que suelen relacionarse con dicha tendencia filosófica.
Veamos brevemente algunos momentos de aproximación mutua en el pensamiento.
Ambos pensadores criticaron el racionalismo, y más explícitamente el
cartesianismo. Sostiene Ortega que el racionalismo, al tratar las ideas como
identidades perennemente constituidas y auténtica realidad, incurren en el
error de no considerar que el intelecto humano no tiene sentido si no es
funcionando en una vida humana. Considera (“¿Qué
es filosofía?”) que el pensamiento es un fragmento de un sujeto determinado
que, sencillamente, vive; “ser significa vivir, intimidad consigo y con las cosas”.
La realidad radical es para Ortega, pues, la vida, la vida de cada uno en
particular. La irracionalidad en que desemboca el racionalismo, por tanto, se
debe a que entiende por razón la razón pura, la razón sola y aparte. La razón,
que es razón vital, funciona desde el sujeto en su totalidad, dentro de su
circunstancia, en una determinada realidad social e histórica, y nunca como un
entendimiento desarraigado de la vida. Analizando la realidad europea surgida
de la Modernidad, sostiene Ortega que el racionalismo cartesiano, tan válido en
otros campos de la ciencia, ha estado incapacitado para la aprehensión de la
vida e historia de los pueblos europeos[iii]
. Y en Europa se ha impuesto la homogeneización propia del hombre-masa,
alienado e incapacitado para el desarrollo de su individualidad.
Blas Infante, por su parte, la crítica la centrará en el modelo de Europa, construido con el método
cartesiano donde la razón, facultad de conocer y dominar técnicamente la
naturaleza y la sociedad, ha dado lugar a una Europa uniformada y robotizada.
Para Infante, se ha producido la sustracción del sentimiento a la existencia.
Dice en “La Verdad sobre el complot de
Tablada…”[iv] “Yo
pienso: luego existo, esto es Europa”. Y Andalucía es pensar y sentir. He aquí
la existencia”[v]. De la importancia del sentimiento en la vida
humana frente a la interpretación sesgada del racionalismo, continúa Infante:
“Si cada pensamiento sentimental no es motor de la razón pura, ¿en dónde está
el hombre? ¿a dónde va el hombre? ¿a Detroit? ¡Nosotros jamás podremos ir a
Detroit!” Entiende Infante por Detroit la barbarie de la standarización, del
robot, del ser humano movido por el consumo, el dólar. Continúa: “Europa es por
su método, la especialización que convierte al individuo en pieza de máquina”.
En la crítica al racionalismo cartesiano, Infante señala, como consecuencia en el
orden social, la cosificación alienante en la que se encuentran atrapados los
trabajadores, la degradación de su condición como individuos libres. Esta
dimensión es lo que lleva a Infante a gritar: “¡Europa, no: Andalucía!”. La
aproximación con el pensamiento de Ortega se hace más patente: Infante afirma
que “ Europa, es el individuo para la masa”. Pero en seguida surge la distancia: Infante se refiere a lo que ha significado y fluye en el devenir histórico de Andalucía:
“Andalucía, el individuo para la humanidad”. Es decir, “el individualismo
libertario"[vi]
como rasgo inequívoco de lo andaluz.
Una de las consecuencia de la
crítica al racionalismo y al idealismo es que ninguno de ellos aceptará el
determinismo de la historia que, de corte hegeliano, estaba presente en otros
ámbitos del pensamiento filosófico y político. Es bien sabido que Ortega
consideraba que el ser humano carece de naturaleza, que no tiene esencia; sino historia. La realidad humana
no sería nada conceptual, nada estático, sino dinámico, en constante movimiento
real. La sociedad tampoco tiene esencia, sólo tiene historia. Lo
mismo que la sociedad, el ser humano es un "quehacer", pero un quehacer en
comunidad, en relación con el mundo, con los seres humanos. Para comprender
algo humano, personal o colectivo, es preciso contar con una historia: porque la vida
sólo se vuelve transparente ante la razón histórica. Pero no esa razón que
astutamente moviera el curso de la historia bajo esquemas preestablecidos,
dialéctica imposible cuando la realidad que trata de aprehender es ella misma
móvil; cuando el ser humano es un proyecto inacabable y la vida consiste en ir
descubriendo nuevos horizontes, que se va haciendo a costa de sus fracasos y de sus
éxitos (“siendo” y “des-siendo”), siendo el único ser que se niega a permanecer
como ente acabado, terminado. Por tanto, la razón histórica tiene que ser una
razón viviente. Dicho con palabras de Ortega: “La realidad histórica, el
destino humano, avanza dialécticamente, si bien esa esencial dialéctica de la
vida no es, como creía Hegel, una dialéctica conceptual, de razón pura, sino
precisamente la dialéctica de una razón mucho más amplia, honda y rica que la
pura -a saber, la de la vida, la de la razón viviente” [vii].
Infante realiza la crítica del
determinismo de la historia centrado en el materialismo histórico, en la
interpretación determinista que se hacía de la teoría de Marx, en tanto que
inversión materialista del idealismo hegeliano. Para Infante, la historia humana
no es primariamente la forjadora del ser humano. “Primariamente, es el hombre el forjador de
su propia historia. La Historia humana no es más que la expresión de su vivir.
La Historia no es un ser, es la expresión de la vida de un ser. La historia no
es una voluntad. Es aquella voluntad del ser a que se contrae; actuando sobre
un medio, el cual también es expresado, pero no regido por la Historia… ¡Ay de
los ideales cuya encarnación en reales instituciones se abandona a la
Providencia inexistente de la Historia!”[viii]
Por tanto, las aspiraciones humanas, por muy predominantes que sean, no pueden
reducir todo lo que el ser humano es. En el ser humano hay otras motivaciones, otros imperativos
(instintivos o conscientes), que le impulsan a obrar, y que pueden alejarle de
aquella inspiración, labrando así el complejo tejido de la Historia. Como dice
Infante, el “hombre de hoy no es el de mañana”. El que ingenua y simplistamente
piense que la historia proveerá la ocasión para plasmar esa aspiración,
desconoce la naturaleza de los actos individuales y colectivos. El marxismo se
equivoca, pues, esperando que la Providencia de la Historia rija el curso de la
evolución histórica hasta la realización del socialismo y el comunismo.
En el pensamiento
filosófico-político de Ortega e Infante encontramos también otras
preocupaciones en las que coincidieron en buena parte. Ambos autores, preocupados
por el ascenso de las masas, con lo que significa de imposición de lo inmediato
y lo instintivo (Infante diferencia entre masa y pueblo entendiendo por masa a la multitud que se conduce como manada; en Ortega, el hombre-masa es el ser desprovisto
de moral, caprichoso, que exige derechos y no se impone ninguna obligación)
consideran necesario para el progreso social, la modernización y la superación
moral y cultural, que las élites[ix], ocupen el papel dirigente y ejerzan la función rectora sobre la sociedad. Y
junto al papel dirigente y de referente moral de las minorías, para ambos, la
educación continuará con el sentido central que tenía en el movimiento regeneracionista,
si bien Infante concede un especial énfasis por cuanto será esa precisamente la
función que deben asumir los dirigentes de la sociedad para alcanzar el
comunismo integral.[x]
Blas Infante, en su primer libro El
Ideal Andaluz, incorpora un matiz
evolutivo y teleológico de la vida y la historia, de influencia spenceriana y
del krausismo, según el cual “la vida tendría un ideal absoluto, la Eternidad,
y un ideal próximo: la relativa perfección; y una base de inmediata defensa: la
conservación de la perfección y la vida ganada. El ser humano avanza
descubriendo “horizontes nuevos en la ruta de su Fin”; puede hacerlo respondiendo a los
imperativos de la conciencia o, también, a las exigencias del instinto abandonándose al
sueño de no crear. Concretando en una fórmula el ideal, síntesis superior
donde todos los ideales se funden, que no sólo señala el camino del Fin, sino también del medio que a este conduce: “Espiritualizar la Forma, Formalizar el
Espíritu”[xi]. Este
ideal de los individuos es también ideal de los pueblos.La Historia existe por ese ideal. A través los hechos históricos se descubre a la humanidad avanzando hacia él trabajosamente. En consecuencia, las
etapas que se presentan como un freno para la plenitud del ser individual, para
la realización del ideal, tienen que ser superadas. El proyecto del ideal
andaluz, que parte de la co-pertenencia establecida entre individuo y
comunidad, desde la local a la andaluza, para confluir en el individuo
universal, exige la renovación del sistema, de las estructuras del capitalismo que han mantenido en la subalternidad al pueblo
andaluz impidiendo el avance hacia el ideal de Humanidad.
En Ortega, desplegado en su
obra, pero expresamente en ¿Qué es
filosofía?, la vida es entendida como la realidad radical, pero la vida de cada
uno en particular. Una vida que se realiza desde la circunstancia, que es
histórica y que es concreta, como conjunto de posibilidades abiertas donde cada
individuo tiene que elegir y desarrollar su proyecto, pero que a la vez, limita
la vida de los individuos. Tanto Ortega como Infante podrán sostener que sin
individuos libres, conscientes (“vivir es vivirse, sentirse, sentirse viviendo”)
la comunidad no podrá serlo. Una comunidad oprimida o unas circunstancias limitadas
no permiten el proyecto en el que consiste la vida de cada cual. Es la dialéctica
que Ortega expresaba con la frase: “yo soy yo y mi circunstancia, y si no la
salvo a ella, no me salvo yo”, expresión esta que Infante podría suscribir
porque subyace también en su obra. Es lo que Infante propone para la
consecución del ideal de la fraternidad universal: forjar la circunstancia
vital que en cada hombre andaluz permita espiritualizar la forma y formalizar
el espíritu. Esta aparente aproximación acerca de lo que es la vida humana, sin
embargo, no es óbice para que Ortega e Infante lleguen a consecuencias
diferentes cuando analicen la realidad andaluza. Volveremos más tarde sobre
ello.
Consecuencia del liberalismo de Ortega y el libertarismo de Infante,
aparecerán numerosas referencia críticas hacia el poder del
Estado. Ortega, enfatizando la crítica en el excesivo el intervencionismo del Estado (consecuencia
del dominio del hombre-masa) absorbiendo la espontaneidad social, anulando la
espontaneidad histórica, que sostienen y
empuja los destinos humanos. Infante, por su parte, asumiendo que la existencia
del aparato del Estado, burgués o proletario, es un obstáculo para que
individuos libres puedan organizar desde sí mismos la vida colectiva.
También, por destacar otro aspecto de cierta coincidencia: tanto
Ortega como Infante entrevieron, como coadyuvante del atraso social y cultural
de España y Andalucía, la insuficiente presencia de una burguesía emprendedora
(Ortega), o de clases medias en Andalucía que hubieran reducido la desmesurada
polarización social andaluza (Infante).
Acabando esta breve exposición sobre la relativa confluencia del pensamiento de Infante y la filosofía de Ortega, añadiré un último apunte sobre la cultura andaluza. Ortega admite de entrada el reconocimiento de la especificidad
cultural andaluza: “de todas las regiones españolas, [Andalucía] es la que
posee una cultura más radicalmente suya”[xii].
Lo que, evidentemente, podría compartir Blas Infante. Para el pensador andaluz,
Andalucía no es sólo que posea una cultura, que sea un pueblo cultural, sino
que es “creador de las culturas más intensas y originales de Occidente”[xiii].
Sin embargo, a pesar de la constatación de ese hecho, Ortega no se cuestiona la
posibilidad de que la cultura propia pueda ser un principio para el
reconocimiento de la soberanía de un pueblo[xiv].
Este principio, para Infante, frente al principio de las nacionalidades[xv],
adaptado finalmente en función de los intereses dominantes por la comunidad
internacional, sería el determinante para exigir la soberanía política y, por
tanto, para el autogobierno andaluz.
[i]Es
posible que Blas Infante y José Ortega no llegaran a conocerse, aunque Infante
si mantuvo algunos encuentros con Eduardo Ortega, hermano del filósofo.
[ii]El
liberalismo de Ortega ha sido ampliamente discutido y, a veces, cuestionado. No
es el objeto de esta reflexión y, por tanto no será abordado. Pero sí quiero
dejar constancia de lo siguiente: el liberalismo no deja de ser un pensamiento
político que surge en un momento histórico determinado. Como tal -siguiendo la
filosofía de Ortega-, responde a la forma perspectivista de la realidad, que
cada época, pueblo e individuo mantiene, aunque la estructura de la vida sea la
misma.. Para Ortega la razón vital es razón histórica, trata de comprender la
realidad en su devenir, “no acepta nada como mero hecho sino que fluidifica
todo hecho en el fieri de que proviene: ve cómo se hace el hecho”. Lo que hay
en relación a la realidad radical va teniendo sentido desde la razón histórica.
Pero la relación entre lo que hay, lo hechos, y la realidad radical puede
incorporar matices y valoraciones que aparezcan como incompatibles entre sí, y
entre lo que defendería el liberalismo.
Si se descontextualizan esos matices, entonces sí que pueden surgir interpretaciones
diferentes acerca del liberalismo de Ortega. Pero no me parce consistente, al
menos como él lo entiende (no el “viejo” liberalismo) y como aprecia, por
ejemplo, en La rebelión de las masas.
En esta obra, además, en el Prólogo para
franceses, se identifica con esta corriente a la vez que critica al
liberalismo progresista. Por tanto, no veo mayor dificultad en sostener que
Ortega fue un liberal conservador.
[iii]
“Tres siglos de experiencia “racionalista” nos obligan a recapacitar sobre el
esplendor y los límites de aquella prodigiosa raison cartesiana… Sus fabulosos
triunfos sobre la naturaleza, superiores a cuanto pudiera soñarse, subrayan
tanto más su fracaso ante los asuntos propiamente humanos e invitan a integrarla
en otra razón más radical, que es la razón histórica. Prólogo para franceses. La rebelión de las masas, Ed. Espasa Calpe
1981 (4ª edición), pag. 59.
[iv]
Ed. Aljibe. 1979, 3ª edición.
[v]
“La verdad… “ Ed.. cit. Pag.64.
[vi]
“Andalucía, el individualismo libertario que siente el comunismo humano,
evolutivo, único comunismo indestructible por ser natural, el que añoran todos
los taumaturgos; aquel que tiene un alma en la aspiración, que cada individuo
llegue en sí a intensificar, de crear por sí, pero no para sí, sino para
dárselo a los demás. Ese único comunismo posible que no puede llegar a crearse
por artificio maquinista, sino por la alegría y por el espíritu que la alegría
viene a crear. Europa es el empaque dominador megalómano, rabiosamente
utilitario. Andalucía es….sencillez por fuera; iluminación por dentro”. La verdad…. op. cit. Pag. 65.
[vii]
En torno a Galileo. Alianza
editorial.
[viii]
La dictadura pedagógica Un proyecto de
revolución cultural. Fundación Blas Infante 1989, pag. 29.
[ix]
Minorías selectas, las que por su esfuerzo y formación están intelectualmente
más capacitadas, en la terminología de Ortega, o la aristo-democracia, los
mejores que han sido reconocidos por el pueblo.
[x]
Este tema será abundantemente tratado en La
dictadura pedagógica.
[xi]
El Ideal Andaluz. Pag. 14-17.
[xii]
Teoría de Andalucía. Ed. Biblioteca
de la Cultura Andaluza. 1984. Pag. 234.
[xiii]
La verdad… Ed. cit. Pag. 79.
[xiv]
Ortega trata en diferentes obras y artículos la cuestión nacional y la
configuración del Estado español. Tanto en España
invertebrada como en La redención de
la provincias y en La rebelión de las
masas. Su tesis central -con las simplificaciones que tiene esta nota, pues
no es el objeto de este trabajo- es que España es un proyecto que consigue
incorporar a las partes en un todo superior, sin anular el carácter de unidades
vitales propias que antes tenían. Es un proyecto castellano. Su progresiva
desintegración avanzaría desde la periferia (las colonias) y desde 1900
alcanzaría a la regiones. La causa de ello es debido al particularismo en que
incurren, incluida Castilla, y que es una manifestación del ascenso del hombre-masa.
No obstante, Ortega proponía una fórmula descentralizadora basada en la
autonomía de lo que denomina 8 comarcas. Pero la soberanía, contra las
tendencias separatistas o federalistas, y capacidad de decisión, por tanto,
seguiría residiendo en la nación española.
[xv]Dado
que se impuso la aplicación pragmática del principio de las nacionalidades, sin
respetar los estilos culturales, Infante también quiso demostrar que Andalucía
podía considerarse una nación, aunque fuese un nacionalismo internacionalista,
universalista. O como decía en la
verdad…”los nacionalistas andaluces venían a defender un nacionalismo
antinacionalista”.
Francisco del Río Sánchez
Profesor de Filosofía
Francisco del Río Sánchez
Profesor de Filosofía
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