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domingo, 5 de agosto de 2012

Andalucía entre el liberalismo y el libertarismo. Ortega y Blas Infante: temas de su pensamiento en los que se produce cierta aproximación (2ª parte).



Al encuentro del pensamiento libertario, de la mano del médico anarcosindicalista Pedro Vallina, acudió el andalucista Blas Infante. En sus inicios, se aproximó al estudio de la realidad andaluza desde planteamientos liberal radicalizantes en los que el georgismo (partidarios del economista Henry George) tendría una influencia decisiva, así como del regeneracionista Joaquín Costa y, también, con ascendencia krausista que, probablemente por influencia de Méndez Bejarano, palpita en obras como Ideal Andaluz  (1915) e, incluso, en La dictadura pedagógica. Más tarde, en Fundamentos de Andalucía y en La verdad sobre el complot de Tablada y el Estado libre de Andalucía, se mostrará la definitiva ubicación del nacionalismo libertario, quebrantado por su prematura muerte a manos de franquistas tras el golpe de Estado del 36.

Coetáneo en el tiempo[i], desarrolló su actividad filosófica un de los mayores filósofos hispanos: José Ortega y Gasset. Ortega había realizado una admirable superación del racionalismo y del vitalismo nietzscheano, dos de las corrientes filosóficas que en el primer tercio del siglo XX ejercían antagónicamente gran influencia en el continente europeo. Tras unos inicios en que Ortega también se aproximó al socialismo, mantuvo siempre una orientación liberal. Con esa perspectiva liberal, más allá del liberalismo económico, se preocupó por el dinamismo de la sociedad civil, la altura moral de las personas, el papel dirigente de las minorías y el ejercicio de la virtud como tarea para imponerse a la tiranía del hombre-masa. El autor de La rebelión de las masas, que fue un intelectual comprometido, estuvo interesado por casi todos los problemas que le tocó vivir. Resultado de uno de sus viajes a tierras andaluzas, escribió un breve ensayo sobre el hecho andaluz, Teoría de Andalucía (1927).



Un estudio comparado de lo que ambos autores entienden qué es el hecho diferencial andaluz, lo culturalmente significativo en la identidad del pueblo andaluz, muestra cuán diferente puede llegar a ser la apreciación de la realidad según la perspectiva ideológico-política desde la que se accede a ella. La diferente apreciación de la realidad andaluza se produce aún a pesar de que ambos pensadores compartían una inicial orientación liberal en su pensamiento, pero que mientras en Ortega adquirió una tendencia conservadora[ii] , en Blas Infante evolucionó bien pronto hacia el libertarismo, rasgo que el pensador andaluz entendía como propio del ser andaluz.

Pero además, otros muchos aspectos de su pensamiento se encontraban próximos. Entre ellos destacaría la presencia del vitalismo: de forma expresa aunque en una integración superadora, en la filosofía de Ortega; implícita en el pensamiento de Infante, pero que también se apoya y tiene alguna referencia explícita de autores que suelen relacionarse con dicha tendencia filosófica. Veamos brevemente algunos momentos de aproximación mutua en el pensamiento.

Ambos pensadores criticaron el racionalismo, y más explícitamente el cartesianismo. Sostiene Ortega que el racionalismo, al tratar las ideas como identidades perennemente constituidas y auténtica realidad, incurren en el error de no considerar que el intelecto humano no tiene sentido si no es funcionando en una vida humana. Considera (“¿Qué es filosofía?”) que el pensamiento es un fragmento de un sujeto determinado que, sencillamente, vive; “ser significa vivir, intimidad consigo y con las cosas”. La realidad radical es para Ortega, pues, la vida, la vida de cada uno en particular. La irracionalidad en que desemboca el racionalismo, por tanto, se debe a que entiende por razón la razón pura, la razón sola y aparte. La razón, que es razón vital, funciona desde el sujeto en su totalidad, dentro de su circunstancia, en una determinada realidad social e histórica, y nunca como un entendimiento desarraigado de la vida. Analizando la realidad europea surgida de la Modernidad, sostiene Ortega que el racionalismo cartesiano, tan válido en otros campos de la ciencia, ha estado incapacitado para la aprehensión de la vida e historia de los pueblos europeos[iii] . Y en Europa se ha impuesto la homogeneización propia del hombre-masa, alienado e incapacitado para el desarrollo de su individualidad.

Blas  Infante, por su parte, la crítica la centrará en el modelo de Europa, construido con el método cartesiano donde la razón, facultad de conocer y dominar técnicamente la naturaleza y la sociedad, ha dado lugar a una Europa uniformada y robotizada. Para Infante, se ha producido la sustracción del sentimiento a la existencia. Dice en “La Verdad sobre el complot de Tablada…”[iv] “Yo pienso: luego existo, esto es Europa”. Y Andalucía es pensar y sentir. He aquí la existencia”[v].  De la importancia del sentimiento en la vida humana frente a la interpretación sesgada del racionalismo, continúa Infante: “Si cada pensamiento sentimental no es motor de la razón pura, ¿en dónde está el hombre? ¿a dónde va el hombre? ¿a Detroit? ¡Nosotros jamás podremos ir a Detroit!” Entiende Infante por Detroit la barbarie de la standarización, del robot, del ser humano movido por el consumo, el dólar. Continúa: “Europa es por su método, la especialización que convierte al individuo en pieza de máquina”. En la crítica al racionalismo cartesiano, Infante señala, como consecuencia en el orden social, la cosificación alienante en la que se encuentran atrapados los trabajadores, la degradación de su condición como individuos libres. Esta dimensión es lo que lleva a Infante a gritar: “¡Europa, no: Andalucía!”. La aproximación con el pensamiento de Ortega se hace más patente: Infante afirma que “ Europa, es el individuo para la masa”. Pero en seguida surge la distancia:  Infante se refiere a lo que ha significado y fluye en el devenir histórico de Andalucía: “Andalucía, el individuo para la humanidad”. Es decir, “el individualismo libertario"[vi] como rasgo inequívoco de lo andaluz.


Una de las consecuencia de la crítica al racionalismo y al idealismo es que ninguno de ellos aceptará el determinismo de la historia que, de corte hegeliano, estaba presente en otros ámbitos del pensamiento filosófico y político. Es bien sabido que Ortega consideraba que el ser humano carece de naturaleza, que no tiene esencia; sino historia. La realidad humana no sería nada conceptual, nada estático, sino dinámico, en constante movimiento real. La sociedad tampoco tiene esencia, sólo tiene historia. Lo mismo que la sociedad, el ser humano es un "quehacer", pero un quehacer en comunidad, en relación con el mundo, con los seres humanos. Para comprender algo humano, personal o colectivo, es preciso contar con una historia: porque la vida sólo se vuelve transparente ante la razón histórica. Pero no esa razón que astutamente moviera el curso de la historia bajo esquemas preestablecidos, dialéctica imposible cuando la realidad que trata de aprehender es ella misma móvil; cuando el ser humano es un proyecto inacabable y la vida consiste en ir descubriendo nuevos horizontes, que se va haciendo a costa de sus fracasos y de sus éxitos (“siendo” y “des-siendo”), siendo el único ser que se niega a permanecer como ente acabado, terminado. Por tanto, la razón histórica tiene que ser una razón viviente. Dicho con palabras de Ortega: “La realidad histórica, el destino humano, avanza dialécticamente, si bien esa esencial dialéctica de la vida no es, como creía Hegel, una dialéctica conceptual, de razón pura, sino precisamente la dialéctica de una razón mucho más amplia, honda y rica que la pura -a saber, la de la vida, la de la razón viviente” [vii].


Infante realiza la crítica del determinismo de la historia centrado en el materialismo histórico, en la interpretación determinista que se hacía de la teoría de Marx, en tanto que inversión materialista del idealismo hegeliano. Para Infante, la historia humana no es primariamente la forjadora del ser humano.  “Primariamente, es el hombre el forjador de su propia historia. La Historia humana no es más que la expresión de su vivir. La Historia no es un ser, es la expresión de la vida de un ser. La historia no es una voluntad. Es aquella voluntad del ser a que se contrae; actuando sobre un medio, el cual también es expresado, pero no regido por la Historia… ¡Ay de los ideales cuya encarnación en reales instituciones se abandona a la Providencia inexistente de la Historia!”[viii] Por tanto, las aspiraciones humanas, por muy predominantes que sean, no pueden reducir todo lo que el ser humano es. En el ser humano hay otras motivaciones, otros imperativos (instintivos o conscientes), que le impulsan a obrar, y que pueden alejarle de aquella inspiración, labrando así el complejo tejido de la Historia. Como dice Infante, el “hombre de hoy no es el de mañana”. El que ingenua y simplistamente piense que la historia proveerá la ocasión para plasmar esa aspiración, desconoce la naturaleza de los actos individuales y colectivos. El marxismo se equivoca, pues, esperando que la Providencia de la Historia rija el curso de la evolución histórica hasta la realización del socialismo y el comunismo.

En el pensamiento filosófico-político de Ortega e Infante encontramos también otras preocupaciones en las que coincidieron en buena parte. Ambos autores, preocupados por el ascenso de las masas, con lo que significa de imposición de lo inmediato y lo instintivo (Infante diferencia entre masa y pueblo entendiendo por   masa a la multitud que se conduce como manada; en Ortega, el hombre-masa es el ser desprovisto de moral, caprichoso, que exige derechos y no se impone ninguna obligación) consideran necesario para el progreso social, la modernización y la superación moral y cultural, que las élites[ix], ocupen el papel dirigente y ejerzan la función rectora sobre la sociedad. Y junto al papel dirigente y de referente moral de las minorías, para ambos, la educación continuará con el sentido central que tenía en el movimiento regeneracionista, si bien Infante concede un especial énfasis por cuanto será esa precisamente la función que deben asumir los dirigentes de la sociedad para alcanzar el comunismo integral.[x]

Blas Infante, en su primer libro El Ideal Andaluz, incorpora un matiz evolutivo y teleológico de la vida y la historia, de influencia spenceriana y del krausismo, según el cual “la vida tendría un ideal absoluto, la Eternidad, y un ideal próximo: la relativa perfección; y una base de inmediata defensa: la conservación de la perfección y la vida ganada. El ser humano avanza descubriendo “horizontes nuevos en la ruta de su Fin”;  puede hacerlo respondiendo a los imperativos de la conciencia o, también, a las exigencias del instinto abandonándose al sueño de no crear. Concretando en una fórmula el ideal, síntesis superior donde todos los ideales se funden, que no sólo señala el camino del Fin, sino también del medio que a este conduce: “Espiritualizar la Forma, Formalizar el Espíritu”[xi]. Este ideal de los individuos es también ideal de los pueblos.La Historia existe por ese ideal. A través los hechos históricos se descubre a la humanidad avanzando hacia él trabajosamente. En consecuencia, las etapas que se presentan como un freno para la plenitud del ser individual, para la realización del ideal, tienen que ser superadas. El proyecto del ideal andaluz, que parte de la co-pertenencia establecida entre individuo y comunidad, desde la local a la andaluza, para confluir en el individuo universal, exige la renovación del sistema, de las estructuras del capitalismo que han  mantenido en la subalternidad al pueblo andaluz impidiendo el avance hacia el ideal de Humanidad.

En Ortega, desplegado en su obra, pero expresamente en ¿Qué es filosofía?, la vida es entendida como la realidad radical, pero la vida de cada uno en particular. Una vida que se realiza desde la circunstancia, que es histórica y que es concreta, como conjunto de posibilidades abiertas donde cada individuo tiene que elegir y desarrollar su proyecto, pero que a la vez, limita la vida de los individuos. Tanto Ortega como Infante podrán sostener que sin individuos libres, conscientes (“vivir es vivirse, sentirse, sentirse viviendo”) la comunidad no podrá serlo. Una comunidad oprimida o unas circunstancias limitadas no permiten el proyecto en el que consiste la vida de cada cual. Es la dialéctica que Ortega expresaba con la frase: “yo soy yo y mi circunstancia, y si no la salvo a ella, no me salvo yo”, expresión esta que Infante podría suscribir porque subyace también en su obra. Es lo que Infante propone para la consecución del ideal de la fraternidad universal: forjar la circunstancia vital que en cada hombre andaluz permita espiritualizar la forma y formalizar el espíritu. Esta aparente aproximación acerca de lo que es la vida humana, sin embargo, no es óbice para que Ortega e Infante lleguen a consecuencias diferentes cuando analicen la realidad andaluza. Volveremos más tarde sobre ello.

Consecuencia del liberalismo de Ortega y el libertarismo de Infante, aparecerán numerosas referencia críticas hacia el poder del Estado. Ortega, enfatizando la crítica en el excesivo el intervencionismo del Estado (consecuencia del dominio del hombre-masa) absorbiendo la espontaneidad social, anulando la espontaneidad histórica,  que sostienen y empuja los destinos humanos. Infante, por su parte, asumiendo que la existencia del aparato del Estado, burgués o proletario, es un obstáculo para que individuos libres puedan organizar desde sí mismos la vida colectiva.

También, por destacar otro aspecto de cierta coincidencia: tanto Ortega como Infante entrevieron, como coadyuvante del atraso social y cultural de España y Andalucía, la insuficiente presencia de una burguesía emprendedora (Ortega), o de clases medias en Andalucía que hubieran reducido la desmesurada polarización social andaluza (Infante).

Acabando esta breve exposición sobre la relativa confluencia del pensamiento de Infante y la filosofía de Ortega, añadiré un último apunte sobre la cultura andaluza. Ortega admite de entrada el reconocimiento de la especificidad cultural andaluza: “de todas las regiones españolas, [Andalucía] es la que posee una cultura más radicalmente suya”[xii]. Lo que, evidentemente, podría compartir Blas Infante. Para el pensador andaluz, Andalucía no es sólo que posea una cultura, que sea un pueblo cultural, sino que es “creador de las culturas más intensas y originales de Occidente”[xiii]. Sin embargo, a pesar de la constatación de ese hecho, Ortega no se cuestiona la posibilidad de que la cultura propia pueda ser un principio para el reconocimiento de la soberanía de un pueblo[xiv]. Este principio, para Infante, frente al principio de las nacionalidades[xv], adaptado finalmente en función de los intereses dominantes por la comunidad internacional, sería el determinante para exigir la soberanía política y, por tanto, para el autogobierno andaluz.




[i]Es posible que Blas Infante y José Ortega no llegaran a conocerse, aunque Infante si mantuvo algunos encuentros con Eduardo Ortega, hermano del filósofo.

[ii]El liberalismo de Ortega ha sido ampliamente discutido y, a veces, cuestionado. No es el objeto de esta reflexión y, por tanto no será abordado. Pero sí quiero dejar constancia de lo siguiente: el liberalismo no deja de ser un pensamiento político que surge en un momento histórico determinado. Como tal -siguiendo la filosofía de Ortega-, responde a la forma perspectivista de la realidad, que cada época, pueblo e individuo mantiene, aunque la estructura de la vida sea la misma.. Para Ortega la razón vital es razón histórica, trata de comprender la realidad en su devenir, “no acepta nada como mero hecho sino que fluidifica todo hecho en el fieri de que proviene: ve cómo se hace el hecho”. Lo que hay en relación a la realidad radical va teniendo sentido desde la razón histórica. Pero la relación entre lo que hay, lo hechos, y la realidad radical puede incorporar matices y valoraciones que aparezcan como incompatibles entre sí, y entre lo que  defendería el liberalismo. Si se descontextualizan esos matices, entonces sí que pueden surgir interpretaciones diferentes acerca del liberalismo de Ortega. Pero no me parce consistente, al menos como él lo entiende (no el “viejo” liberalismo) y como aprecia, por ejemplo, en La rebelión de las masas. En esta obra, además, en el Prólogo para franceses, se identifica con esta corriente a la vez que critica al liberalismo progresista. Por tanto, no veo mayor dificultad en sostener que Ortega fue un liberal conservador.

[iii] “Tres siglos de experiencia “racionalista” nos obligan a recapacitar sobre el esplendor y los límites de aquella prodigiosa raison cartesiana… Sus fabulosos triunfos sobre la naturaleza, superiores a cuanto pudiera soñarse, subrayan tanto más su fracaso ante los asuntos propiamente humanos e invitan a integrarla en otra razón más radical, que es la razón histórica. Prólogo para franceses. La rebelión de las masas, Ed. Espasa Calpe 1981 (4ª edición), pag. 59.

[iv]  Ed. Aljibe. 1979, 3ª edición.

[v] “La verdad… “ Ed.. cit. Pag.64.

[vi] “Andalucía, el individualismo libertario que siente el comunismo humano, evolutivo, único comunismo indestructible por ser natural, el que añoran todos los taumaturgos; aquel que tiene un alma en la aspiración, que cada individuo llegue en sí a intensificar, de crear por sí, pero no para sí, sino para dárselo a los demás. Ese único comunismo posible que no puede llegar a crearse por artificio maquinista, sino por la alegría y por el espíritu que la alegría viene a crear. Europa es el empaque dominador megalómano, rabiosamente utilitario. Andalucía es….sencillez por fuera; iluminación por dentro”. La verdad….  op. cit. Pag. 65.

[vii] En torno a Galileo. Alianza editorial.

[viii] La dictadura pedagógica Un proyecto de revolución cultural. Fundación Blas Infante 1989, pag. 29.

[ix] Minorías selectas, las que por su esfuerzo y formación están intelectualmente más capacitadas, en la terminología de Ortega, o la aristo-democracia, los mejores que han sido reconocidos por el pueblo.

[x] Este tema será abundantemente tratado en La dictadura pedagógica.

[xi] El Ideal Andaluz. Pag. 14-17.

[xii] Teoría de Andalucía. Ed. Biblioteca de la Cultura Andaluza. 1984. Pag. 234.

[xiii] La verdad… Ed. cit. Pag. 79.

[xiv] Ortega trata en diferentes obras y artículos la cuestión nacional y la configuración del Estado español. Tanto en España invertebrada como en La redención de la provincias y en La rebelión de las masas. Su tesis central -con las simplificaciones que tiene esta nota, pues no es el objeto de este trabajo- es que España es un proyecto que consigue incorporar a las partes en un todo superior, sin anular el carácter de unidades vitales propias que antes tenían. Es un proyecto castellano. Su progresiva desintegración avanzaría desde la periferia (las colonias) y desde 1900 alcanzaría a la regiones. La causa de ello es debido al particularismo en que incurren, incluida Castilla, y que es una manifestación del ascenso del hombre-masa. No obstante, Ortega proponía una fórmula descentralizadora basada en la autonomía de lo que denomina 8 comarcas. Pero la soberanía, contra las tendencias separatistas o federalistas, y capacidad de decisión, por tanto, seguiría residiendo en la nación española.

[xv]Dado que se impuso la aplicación pragmática del principio de las nacionalidades, sin respetar los estilos culturales, Infante también quiso demostrar que Andalucía podía considerarse una nación, aunque fuese un nacionalismo internacionalista, universalista. O como decía en la verdad…”los nacionalistas andaluces venían a defender un nacionalismo antinacionalista”.


Francisco del Río Sánchez
Profesor de Filosofía

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