5. La función rectora de las
minorías en la propuesta de Ortega. Luces y sombras como conclusión.
Tras las dispersas, poco precisas
-y a veces inconexas- caracterizaciones acerca de quiénes, cuándo y cómo
podrían ser las minorías selectas de las cuales se palpa y lamenta su ausencia,
al menos para la función directora de la sociedad que Ortega querría, me
atrevería a aventurar la siguiente hipótesis, a partir tanto de España
invertebrada como de La rebelión de las masas:
1.-Aspira a que un reducido
número de personalidades excelentes, “almas egregias”, filósofos e
intelectuales en el mayor sentido de la palabra, proporcionen una determinada
visión del mundo y de la historia que proporcionen los elementos y principios
teóricos válidos para proyectar y anticipar el futuro de cara al ejercicio de
la acción política y cultural así como la organización de la vida pública. Los
ejes sobre los que giraría su aportación teórica, su filosofía, serían la
crítica posilustrada y la superación de la Modernidad sobre la base de una
nueva espiritualidad que revitalizando la razón y volviéndola a la historia
podría vislumbrarse para el futuro.
2.-En un nivel de funciones más
específicas y diferenciadas se situarían las minorías especialmente calificadas
para la política. También el arte y la cultura. Estas ejecutarían y
desplegarían en la práctica pública el ideario propuesto por aquellos
intelectuales cuya maestría y ejemplaridad admirarían. El contenido de su
actividad se situaría en el impulso de un liberalismo de nuevo cuño basado en
la promoción y selección de los mejores[1]
a través de la cultura del esfuerzo y la superación, el fomento de la
europeización y el desarrollo tanto de la ciencia y la técnica como de la
cultura en general como instrumentos para el despliegue de las capacidades
humanas individuales. Viviría para sus ideales como norma que regule su vida.
3.-Finalmente el pueblo aceptaría
el gobierno de los mejores. Su docilidad vendría dada por el reconocimiento de
las superiores cualidades para el ejercicio de la política, la cultura y el arte. Participarían en la elección[2]de
aquellas minorías calificadas para la actividad política y el gobierno, una vez
escuchado su competente y sano juicio. Los modelos y arquetipos propuestos
serán admirados y seguidos porque se reconoce respetuosamente la autoridad de
las minorías por los méritos que han alcanzado. Seguirán con laboriosidad, de
forma virtuosa y disciplinada las funciones que su destino encomiende hacer,
desde el conocimiento de la entrega, esfuerzo y exigencia que a lo largo de la
historia la aristocracia ha realizado para alcanzar y poder vivir en la sociedad
de su tiempo.
Esta hipótesis sobre la relación
minoría-masas y que está propuesta como modelo para la configuración de la
sociedad, parece un modelo jerárquico. Y ciertamente lo es.[3]
Ortega vislumbra su posibilidad: “… y empieza a brotar un nuevo hontanar
afectivo de amor a la jerarquía, a las faenas constructoras y a los hombres
egregios capaces de dirigirlas” (EI, 134). Ortega no recogió el guante
lanzado desde el falangismo y nunca aceptó el fascismo. Pero la exaltación
elitista de las minorías, la necesidad de la jerarquía[4]
y la disciplina, hacen de su modelo atractivo al totalitarismo; no obstante la
defensa a ultranza de la vida y libertad individual, lo aproximan al
liberalismo; por ello, de este equilibrio, aspira para un futuro europeo, una
nueva fe, lo que considera su salvación: “El totalitarismo salvará al
liberalismo, destiñendo sobre él, depurándolo, y gracias a ello veremos pronto
a un nuevo liberalismo templar los regímenes autoritarios. Este equilibrio
puramente mecánico y provisional permitirá una nueva etapa de mínimo reposo,
imprescindible para que vuelva a brotar en el fondo del bosque que tienen las
almas, el hontanar de una nueva fe.” (RM, 239).
Concluyendo este estudio sobre el
concepto de minorías selectas y el uso que de este hace Ortega, terminaría
resumiendo:
1.- Las minorías selectas,
calificadas o excelentes no conforman un grupo social en cuanto tales.
2.- Sólo pueden estudiarse de
manera estructural desde subsistemas sociales definidos por su función, que
Ortega sólo deja atisbado.
3.- Carece de capacidad
heurística ni es válido como categoría social refiriendo “minorías selectas”
como “los mejores”, en el uso que hace Ortega.
4.- Para la función directora de la sociedad y la
organización de la vida pública, es del todo irrelevante referirse a “minoría”
exclusivamente por las características de esfuerzo y exigencias personales así
como la coincidencia efectiva de sus miembros en algún deseo, idea o ideal que
por sí sólo excluye el gran número. Es además contradictorio con el uso de las
minorías como estables, homogéneas y que mantienen una relación con la sociedad
equivalente.
5.- En este último sentido, el
concepto de minoría podría utilizarse como grupos que ostentan el poder, o
relación de dominio en la que la mayoría aparece subordinada a la minoría, en
un determinado aspecto de la vida social. Dado que poder implica relación de
fuerzas, Ortega niega ese análisis para las estructuras resultantes en la
sociedad actual. A pesar de ello, admite la fuerza en la genealogía del dominio.
6.- Los miembros de la élite de
un grupo social, definido por su función en el subsistema que se trate, pueden
mantener con la sociedad relaciones diferentes, al igual que con otras minorías selectas y los miembros de
estas con la sociedad. No tiene por qué existir algún tipo de relación de las
minorías entre sí.
7.- Estar considerado entre la
minorías intelectuales, no quiere decir tener una visión integral del universo,
la cultura, la historia o la ciencia.
8.- La exigencia y el esfuerzo
personal es insuficiente para ser considerado “excelente” en una actividad o
campo social determinado. Los méritos están condicionados socialmente y suelen
estar corporativamente asignados.
9.- Las minorías de los grupos
social y políticamente subordinados (dirigentes sindicales, de organizaciones
cívico-sociales, etc.), pueden estar en conflicto abierto y permanente con las
minorías o grupos sociales que ostentan el poder. No puede dirigir la sociedad
quien está excluido, por muy “egregiamente disciplinado que sea” o “intente
valorarse por las razones que sea”, a no ser por la emancipación de las
relaciones de subordinación, posibilidad que Ortega rechaza.
10.- Cualquier aglomerado de
individuos puede tener diferentes jerarquías según para qué (y
ese para qué es ilimitado). Si alguna jerarquía se mantiene establemente
al margen de la función, esta jerarquía se sostiene por la fuerza. Las
decisiones sobre función y organización que en cada momento el grupo o sociedad
considere necesario para sí, es una decisión colectiva que compete a todos
los individuos que componen el grupo. No se puede naturalizar (u
ocultar) el hecho producido por las condiciones económicas, sociales, técnicas
y culturales que incrementan o disminuyen la potencialidad de los individuos
que viven en sociedad.
Con todo, es innegable la
realidad que Ortega nos anuncia: la masificación se ha impuesto en nuestras
sociedades y el hombre-masa ejerce su dominio en todas las parcelas de poder
social, cultural y político. Las categorías de hombre-masa han desplazado a la de pueblo
culturalmente identificado por ideales de humanidad y proyecto de vida en común
expresados en el ejercicio democrático de la soberanía. El autogobierno del
pueblo con mecanismos de democracia participativa, deliberativa y directa, es
una quimera en esta situación de dominio de las masas. Si el llamamiento de
Ortega a romper la tiranía del hombre-masa, a abrir nuevos horizontes, no se
produce por la acción decidida de un cada vez un mayor número de hombre y mujeres,
la Europa de las masas, la cartesiana Europa de meras mercancías productoras y
consumidoras, perpetuará la miserable
condición humana, la asfixiante mediocridad cultural y política que hoy se
manifiesta en la crisis del sistema. Y la sombra del fascismo, como mayor
exponente político-cultural del dominio del hombre-masa, surgiendo desde el fascismo
sociológico subyacente desde el siglo pasado en nuestras sociedades, puede
aparecer aunque sea camuflado en odres nuevos.
Francisco del Río Sánchez
Profesor de Filosofía
[1]
“… de hoy en adelante, un imperativo debiera gobernar las voluntades: el
imperativo de selección” (EI, 138).
[2]
Sobre los mecanismos de participación , elección, organización y administración
del Estado, Ortega no dice apenas nada desde desde 1918, donde mantiene lo esencial del esquema de Vieja
y nueva política. Después irá perdiendo progresivamente confianza en la
democracia como principio de organización social. En La redención de las
provincias (1.928) propondrá un sistema que favoreciera la elitización.
[3]
Hasta tal punto, que el líder falangista, J. A. Primo de Rivera recoge el
esquema para recordarle a Ortega el cumplimiento de su deber “su voz profética
y su voz de mando” (cit. por A. Elorza en La razón y la sombra, 224)
[4]
“Donde hay cinco hombres en estado normal se produce automáticamente una
estructura jerarquizada. Cual sea el principio de esta es otra cuestión. Pero
alguno tendrá que existir siempre.” (En el art. “Los escaparates mandan”,
recogido en RM, 244)
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