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lunes, 17 de febrero de 2014

Unir a la izquierda o unir a la ciudadanía indignada. Podemos como como revulsivo de la izquierda.




Se aproximan las elecciones al Parlamento Europeo y las fuerzas políticas que se han posicionado contra la aplicación de las políticas neoliberales, que en el Gobierno del Estado han sido PP y PSOE y en las comunidades autónomas CiU y PNV, han protagonizado diversos intentos de aproximación o confluencia que, por ahora, no están fructificando en nada. La búsqueda de esa amplia coalición de izquierdas, abierta a los movimientos ciudadanos organizados, ha tenido en “Suma, la ciudadanía primero” uno de los proyectos que más recorrido han tenido. Pero hay otros intentos aun en marcha, como los protagonizados por la izquierda soberanista o los pretendidos por Equo y Compromís, que por ahora no acaban de fructificar. El caso es que muchos de esos intentos han empezado a titubear en cuanto “Podemos”, la iniciativa lanzada por P.Iglesias y J.C Monedero, con el apoyo de Izquierda Anticapitalista, ha salido a escena.

“Podemos” ha surgido en un momento en el que se encontraba atascada la ansiada confluencia de las fuerzas antineoliberales. Lo cual era algo previsible. En el proceso “Suma…” el motivo no podía ser otro que el reparto de la representatividad o confección de las candidaturas electorales. Era evidente que la fuerza política dominante tenía su hoja de ruta establecida y la apuesta por su candidatura, encabezada por Wily Meyer, decidida. Así, nunca iba a proceder a unas elecciones primarias para la elección de la misma.

Cuando se pretende unir a la izquierda, lo cual solo puede hacerse desde estructuras ya organizadas, pueden utilizarse dos vías: considerando cada militante un voto, independientemente de la fuerza política a la que pertenezcan, dando lugar en ese proceso a una coalición de afiliados de las fuerzas de izquierdas, o una coalición establecida por las direcciones de los partidos, que tendrán que cuantificar su peso y exigir la representación en los órganos de poder y en las candidaturas de modo que sea proporcional al mismo.

La primera de esas propuestas va contra la propia naturaleza de los partidos políticos, estructuradas jerárquicamente y cuyo funcionamiento se regula según el principio del centralismo democrático. Por tanto, salvo que una revolución interna se impusiera en todas la fuerzas de izquierdas, es una propuesta condenada al fracaso. La segunda, que tiene más visos de realidad, pasa por el reconocimiento de fuerzas minoritarias y aceptar el papel que le imponga la fuerza mayoritaria, es decir, IU. Pero aceptar ese diferente peso teniendo en cuenta los últimos resultados electorales, es difícil que puedan aceptarse por quienes consideran que la relación dada desde entonces ha variado, o por quien ni siquiera concurrió a esas elecciones, como CLI-Alternativa Socialista o asociaciones ciudadanas como el FCSM y otras. Tampoco las fuerzas políticas soberanistas querrían verse subsumidas en un proyecto liderado por las fuerzas de ámbito estatal.

En este impasse, Podemos corta el nudo gordiano: lanza el proyecto e invita a participar en condiciones de igualdad al que se sume. Y además, no distingue entre fuerzas políticas y asociaciones o movimientos ciudadanos. Ha sido lanzado desde arriba, cierto, pero con la intención de generar la fuerza que permita remover a la ciudadanía, a los movimientos y organizaciones sociales y políticas para que participen en el proyecto. Lo ha hecho con tanta energía, que no caben dilaciones. O se participa, o se queda fuera del proyecto. No hay más componendas. Y lo novedoso frente a los otros intentos de confluencia (a excepción de Alternativas desde Abajo) es que no es un llamamiento exclusivo a la izquierda real, sino a los de abajo, a la ciudadanía indignada, a la mayoría de la población y, además, es consciente de que los procesos electorales solo son un medio más en la movilización continua hasta que el poder real esté en manos del pueblo.

La centralidad de los objetivos planteado por Podemos ha cambiado: unir a la ciudadanía y conseguir su empoderamiento. Objetivo que es el mismo que inspira a movimientos ciudadanos como el FCSM, lanzado por J. Anguita, y en el que está embarcado desde entonces. Pero también era la aspiración del 15M y lo que en la práctica, hoy, representan las mareas ciudadanas. En todos ellos, en cierta manera, parece estar presente el ideal libertario (que siempre lo ha estado en nuestra cultura) de empoderamiento al margen de las estructuras partidarias. En ese proceso, las fuerzas políticas tendrían un papel subordinado a las iniciativas y a las estrategias que se fueran gestando desde la ciudadanía organizada.

Sin embargo, el órdago lanzado por Podemos acelera todos los procesos en marcha y abre la posibilidad de la participación electoral en las próximas convocatorias, empezando por las europeas. Un buen número de personas ligadas a los movimientos ciudadanos asisten a las presentaciones públicas y empiezan a participar en los círculos de apoyo. La expectación levantada es tal que, en el actual momento, las fuerzas soberanistas (gallegas, catalanas, vasca, andaluzas), Equo y Compromís, están obligadas a definirse en próximas semanas. Pero si no aceptan participar en el proyecto de Podemos, corren el riesgo de reducir su presencia (también en su propio territorio) o convertirse en fuerzas marginales.

Izquierda Unida puede ver amenazada su hegemonía entre la izquierda real (y sus aspiraciones al 15 %) si no acepta la invitación cursada por los portavoces actuales de Podemos y decide competir concurriendo en solitario. Aunque la centralidad del discurso entre Podemos e IU es diferente, y los objetivos, una vez pasadas las elecciones europeas, también pueden serlo (mayoría para gobernar en el caso de Podemos, o ser determinantes para forzar pactos con otros partidos repitiendo la experiencia andaluza en el caso de IU) los planteamientos programáticos (aún por definir en Podemos, pero anunciadas sus líneas generales) no parecen distar mucho el uno del otro. Donde aparecen las resistencias por parte de IU es en aceptar las primarias para elegir al candidato y, en el futuro –si la militancia no lo impide-, a coparticipar desde abajo en condiciones de igualdad en la formación del nuevo referente político. Hasta ahora lo único que IU ha manifestado es su disposición a ampliar la coalición integrando a otras fuerzas políticas y a la incorporación de militantes de las asociaciones movimientos ciudadanos. Esa cerrada posición de IU frustraría la posibilidad de generar una mayoría suficiente para conseguir la gobernanza política.

Cierto es que la precipitación de Podemos en lanzar el proyecto no facilita el acuerdo con IU ni que la ciudadanía indignada, a través de movimientos y asociaciones, haya podido involucrarse activamente desde el primer momento. Pero una vez pasadas las elecciones europeas, tal vez pueda reorientarse el objetivo de unir a la ciudadanía en un proceso desde abajo, asambleario y democrático que, sin exclusiones, permita que la mayoría social sea también mayoría política. Una mayoría para conseguir la apertura de un proceso constituyente, una democracia participativa y directa y un modelo de sociedad en el que la economía se ponga al servicio del ser humano.


Francisco del Río
Profesor de Filosofía


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