El 28 de febrero, aniversario del
referéndum en que el pueblo andaluz decidió constituirse como comunidad
autónoma, es oficialmente el día de Andalucía. Por ese motivo, el Gobierno
andaluz y las instituciones oficiales programan una serie de actividades
conmemorativas de lo que supuso aquella fecha. Sin embargo, desde diferentes
organizaciones sociales andaluzas, se critica la complacencia desde las
instituciones respecto a la situación actual. Incluso se reclama que la fecha
emblemática para celebrar el día de Andalucía tendría que ser el 4 de
diciembre, pues fue en esa fecha de 1977 cuando se alcanzaron las mayores
movilizaciones (algunas fueron fuertemente reprimidas, ocasionando
la muerte del joven M. García Caparrós en la manifestación de Málaga) para reclamar el reconocimiento de
la identidad andaluza. Y lo que se pretende es que el espíritu, los objetivos
que entonces se llevaron a la calle, sean los que realmente inspiren la acción
para recuperar la identidad cultural del pueblo andaluz y su soberanía política.
La figura del considerado padre
de la patria andaluza, Blas Infante, vuelve a emerger con reconocimientos
desiguales. Por un lado, las instituciones oficiales parecen mostrar a un Blas
Infante que se reconocería con el modelo actual de comunidad. Pero por los
sectores más sensibilizados con las históricas demandas del pueblo andaluz, se
denuncia la tergiversación de su pensamiento y los objetivos políticos que Blas Infante persiguió.
¿Cuáles fueron las inquietudes de Blas Infante, qué se proponía para recuperar el estado de postración en que permanecía –y permanece- el pueblo andaluz? En un pasaje de su primera obra, “El ideal Andaluz”, expone lo que le guiará siempre en su quehacer político por el pueblo andaluz: ““Yo tengo clavada en la conciencia, desde mi infancia, la visión sombría del jornalero. Yo le he visto pasear su hambre por las calles del pueblo, confundiendo su agonía con la agonía triste de las tardes invernales…” (Infante, 1915)[i]. Los andaluces, desposeídos a partir del siglo XIII de sus tierras, entraron en la Era Moderna bajo el poder de la nobleza castellana. Desde entonces, los que no fueron expulsados (también con las posteriores de tipo económico), vivieron sumidos en la explotación económica y en la asimilación cultural. Infante sabía que la recuperación de la identidad pasaba por la reapropiación de lo que fueron sus medios de vida. Para que el pueblo andaluz pudiera volver a ser un pueblo, tendría que disponer de la propia capacidad de producir sus medios de vida, y hacerlo con las características con las que siempre lo ha intentado: proyectando su espíritu. Ninguna de las fórmulas políticas en pugna durante el siglo XX satisfacen el ideal del pueblo andaluz, el ideal de libertad, porque ese ideal, presente en la cultura andaluza desde sus orígenes, solo puede conseguirse cuando la libertad individual coincida con la libertad colectiva del pueblo en una sociedad justa orientada hacia el ideal de humanidad.
Infante continúa elaborando su
pensamiento filosófico y político en obras como “La dictadura pedagógica”, la inconclusa
obra “Fundamentos de Andalucía” o “El complot de Tablada y el Estado libre de
Andalucía”. La libertad tiene que construirse desde abajo, desde el
individuo al municipio, pasando por la comarca y la provincia, hasta
alcanzar el autogobierno como pueblo. La propiedad privada puede ser superada
por la propiedad de todos, la propiedad comunal; pero el derecho a la posesión,
a la generación de riqueza y a los productos del trabajo, estará a disposición
de cada cual y al alcance de todos. Todas las familias jornaleras, los
auténticos andaluces que fueron desposeídos, por tanto, tienen derecho a la
tierra, al trabajo y la posesión de ella.
El ideal presente en el pueblo
andaluz es un ideal de libertad incompatible con el capitalismo y el
colectivismo socialista. La cultura andaluza es una cultura de raíz libertaria,
humanista y vitalista, como sus abolengos griegos, y cuyo genio ha
proporcionado brillantes épocas (Tartesos, Bética, Al-Andalus) en la historia.
Derrotado y oculto, el ideal andaluz, de libertad y justicia, podrá aparecer y
realizarse surgiendo desde cada individuo, construyendo la democracia con la
entrega de los mejores hombres y mujeres en la tarea de formar al pueblo en la
paz, la libertad y solidaridad para alcanzar un comunismo afectivo, de seres
humanos libres y solidarios, es decir el comunismo libertario.
Si de Castilla proviene el
señoritismo parasitario enquistado en la estructura social andaluza: el
señorito, cacique o terrateniente que oprime y explota al pueblo andaluz; y si el
Estado español, su dominio político y centralista, son la causa del
empobrecimiento y anulación político-cultural de Andalucía, entonces España es
el problema. En consecuencia, el pueblo andaluz, contra el señoritismo y contra
el españolismo, tiene que exigir la autodeterminación, constituirse con la
capacidad política para ser dueña de sus propios recursos y decidir por sí
misma su propio destino. No para construir una Andalucía cerrada en sí (el
nacionalismo andaluz es un nacionalismo antinacionalista), sino para el
progreso de los pueblos en el ideal de libertad, el ideal de humanidad que,
como sucedió en otros períodos de la historia, emergerá desde las propias
raíces culturales de Andalucía.
Francisco del Río Sánchez
Profesor de Filosofía
Profesor de Filosofía
[i] El
Ideal Andaluz Ed. Fundación Blas Infante, p.. 80
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