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jueves, 2 de julio de 2015

Grecia y el dilema del prisionero



Los acreedores, representados por la troika (Comisión Europea, BCE y FMI) y El Estado griego se enfrentan a un dilema: a ninguno de los dos le interesa ni quiere una ruptura total. Los acreedores dejarían de cobrar a cuenta de la deuda que Grecia tiene con ellos y que supera los 317.000 millones de euros. Tendrían que asumirlo como pérdidas y eso saben que generaría consecuencias impredecibles en la economía europea. Grecia incurriría en un período de inestabilidad financiera y política, con caída del PIB, sin que una eventual recuperación del dracma permitiera vislumbrar una salida tan a corto plazo como para mantener a la población mínimamente resignada a la espera de tiempos mejores.

Como en el dilema del prisionero (mejor dicho, con una variación del mismo), existen varias posibilidades: (A) la troika achaca toda responsabilidad de la situación al Estado griego, declarándose inocente. (B) Para el Gobierno de Grecia, los responsables de hundir al país han sido las políticas austericidas de la troika exigidas en los planes de rescate. (C) La troika se declara a sí misma responsable de la situación en Grecia debido a sus imposiciones. (D) El Gobierno griego asume la culpabilidad del Estado acerca de la situación por no haber desarrollado políticas de control de la deuda. Ninguno sabe la actitud que tomará el otro. En el dilema del prisionero, el fiscal propone a los dos encarcelados la misma oferta por separado y ninguno sabe la que adoptará el otro. En esta variación que aquí se propone, serían las previsibles consecuencias de las decisiones que se adopten las que sirvan como oferta: si ninguno de los dos asume su responsabilidad, no hay acuerdo y ambos tendrán que pagar las consecuencias: la troika dejará de cobrar y Grecia entrará en bancarrota. Pero si la troika asume su responsabilidad, tendría que reestructurar la deuda y mantener el apoyo económico a Grecia a través del MEDE, permitiendo que el Gobierno de Syriza desarrolle su programa enfocado hacia el crecimiento económico y el desarrollo del Estado del bienestar, revertiendo así las políticas que han perjudicado a la población desde que comenzaron los programas de rescate. Si es Grecia quien asume que la situación alcanzada es debida exclusivamente a la ineficiente política económica de los últimos gobiernos (descontrol del gasto público, la política fiscal, ineficiente gestión de los programas de rescate, etc.), entonces tiene que aceptar las condiciones para la extensión del rescate y un tercer rescate: reforma laboral, reducción del gasto público, recorte de las pensiones, subida del IVA, copago sanitario, etc.

Desde el punto de vista de los intereses de cada cual, es decir, la estrategia egoísta, ninguno declararía su responsabilidad. Pero entonces las consecuencias serían desastrosas para ambos. Pero cabe otra alternativa (como la que el fiscal ofrece en el dilema). Más irracional como opción para cada parte, pero estratégicamente es la que podría convenir para un resultado menos malo. Tiene un riesgo: no sabes si el otro la asumirá o te dejará en la estacada. Consiste en que cada uno asuma la responsabilidad, un grado de culpabilidad por la situación generada, aunque piensen que no haya sido así. En consecuencia, ambos renuncian a ser exonerados y tendrán que pagar. La opinión pública lo asumiría como inevitable, aunque tampoco lo piense, como asumiría el supuesto castigo que cada uno recibiría. La troika tendría que aceptar la reestructuración de la deuda, sí, pero no contabilizaría la deuda como pérdida, desparecerían las consecuencia sobre el sistema financiero y las instituciones europeas mantendrían su actual status. Grecia tendría que aceptar determinadas condiciones para un tercer rescate financiero (30.000 millones de euros), pero con medidas más suaves (como serían una menor reducción a las pensiones o edad de jubilación, al IVA aplicable en las islas, sobre el mercado laboral, el copago sanitario y oras medidas respecto al empleo público. Por último, el pago de la deuda podría ligarse al crecimiento). La concreción de todas ellas es lo que estos días se escenifica con mensajes en doble dirección, declaraciones, entrevistas y referéndum; es decir, lo que tendrán que asumir, por injusto que parezca, antes de que se imponga una consecuencia mayor.

También va a depender de la inteligencia estratégica de las partes que toman las decisiones, de las cabezas visibles de ambas: Tsipras y Merkel. Si confían en la capacidad de juego el uno del otro, el resultado puede ser el menos malo para ambos. Si se impone la desconfianza (pensar que la otra parte te puede dejar en la estacada) o la defensa a ultranza de las propias convicciones en cada caso, entonces la quiebra de Grecia y la crisis en la eurozona serán una realidad.

Conclusión para quienes creemos en la presencia y operatividad de racionalidad estratégica: habrá acuerdo.


Francisco del Río
Profesor de filosofía

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