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viernes, 25 de diciembre de 2015

La izquierda y cómo superar las aritméticas imposibles



Nunca antes, en la historia de nuestra actual democracia, las fuerzas políticas que se oponen al régimen bipartidista instaurado en la transición habían obtenido una cifra superior a los 5 millones de votos y superado el 20% de los votos emitidos. Nunca antes el régimen había quedado tan debilitado. Y además, con la sensación de que la fuerza emergente que protagoniza tal éxito podría avanzar aún más y ser hegemónica en la propuesta de construcción de un nuevo modelo de Estado y de apertura de una segunda transición. Los cinco ejes sobre los que giraría esa segunda transición tienen un apoyo social creciente que pueden ser, por fin, los que vertebren un país construido desde los pueblos y la gente, un modelo de Estado que esté realmente legitimado en la voluntad libre de la ciudadanía. En definitiva, la vieja aspiración que los organismos de la oposición democrática reclamaron en los últimos tiempos de la dictadura franquista.

Que pueda vislumbrarse la consecución de esta aspiración democrática ha sido, sin duda, un éxito del proyecto novedoso e inédito en la cultura europea que representa Podemos. Sin embargo, en la vieja y tradicional izquierda, la misma que heredaría los principios del partido que impulsó la Junta Democrática los últimos años de la dictadura y que nunca pudo imponer los planteamientos de ruptura democrática, no parece que se hayan percatado de la profundidad e importancia del cambio producido en la sociedad y de lo que significa el partido que ha sabido asumir el nuevo tiempo. Un nuevo tiempo que se gestó en 2011 con el movimiento de indignados, con el 15M, que hizo tambalearse los conceptos clásicos con los que la ciudadanía asumía su situación política. Los referentes políticos e ideológicos derecha-izquierda perdieron la presencia social que, todavía, obstinadamente pretenden asentar en el debate político las fuerzas políticas tradicionales.

Izquierda Unida, que nunca pareció entender el revulsivo que supuso el 15M, finalmente se apoyó en el liderazgo de un líder salido de su seno. Pero las inercias de su pasado como fuerza de izquierda y el aparato anclado en ellas continuaron con el viejo discurso impidiéndole sumarse al clamor del cambio que Podemos, alejado de los ejes izquierda-derecha, representa. En las elecciones cosechó un cercano millón de votos y dos diputados. En realidad, ese resultado, era el propio de quien se encuentra en proceso de decadencia y que no acaba de asimilar el nuevo tiempo. No obstante ese declive, ese millón de votos también estaría en condiciones de asumir el cambio que la sociedad demanda con fuerza creciente y que con su suma, en efecto, este horizonte sería más realizable.

Estos días hemos escuchado algunas voces de la izquierda pidiendo la confluencia en aras de esa realizabilidad posible. Y se hacen las aritméticas sumando votos de unos y de otros, como si nada hubiera pasado y todas las fuerzas representaran y jugaran a lo mismo ante una sociedad estanco representada fielmente en las fuerzas políticas a las que votaron el 20D. No se preguntan por qué Podemos alcanzó ese número de votos y por qué IU-UP se quedó en una quinta parte. No se preguntan por qué IU nunca no ha tenido ese papel como expresión de la indignación popular que, sin embargo, en apenas dos años de existencia sí ha sabido canalizar Podemos. Parece que entienden que la estrategia entre una fuerza política y otra fuese prácticamente la misma y todo se trata de confluir y sumar los votos que ambas tienen.

En eso consiste el error: la estrategia y el discurso es diferente. Y la apreciación que parte de la opinión pública tiene sobre cada una de ellas también es diferente. Ello es lo que hace que la aceptación popular de uno y otro sea tan enorme. Para una confluencia entre ambas, tendría que concretarse, antes que nada, en una confluencia en aquel discurso que está conectando con la sociedad e impulsando hacia el cambio. Una confluencia manteniendo los principios de cada cual es una confluencia hacia la decadencia, hacia los porcentajes en los que siempre se ha movido la izquierda.

Mientras los referentes ideológicos, el discurso teórico y el análisis de la realidad social se mantenga en los parámetros tradicionales de la izquierda, el apoyo social se mantendrá en los porcentajes irrelevantes en los que se mueve en el panorama europeo. La audacia hoy, que ha sabido reinterpretar el discurso político y canalizar la indignación ciudadana, es la que ha planteado Podemos. Si IU quiere sumarse, tiene que asumirlo. Y eso no es lo se atisba entre sus dirigentes.

No obstante, en IU hay cuadros y militantes que esperan el encuentro. Para ello tienen que vencer las resistencias de quienes hacen de sus tradicionales señas de identidad su puesta en política. Tienen que superar las simplezas de análisis que creen extrapolables las confluencias en determinados territorios que se han saldado con resultados apreciables, como si hubiesen sido solo producto de la suma de las partes que se involucraron y no el resultado de una discurso y unas práctica diferentes. La tarea es difícil y, seguramente, no podrá abarcar al conjunto de la organización. Pero es una necesidad que la acometan para incrementar las fuerzas del cambio y no quedar como mero testimonio marginal, como supervivientes de una visión del mundo superada por los cambios sociales y culturales que nuestro tiempo vive. En Portugal y en Grecia, donde numantinamente resisten, permanecen estancados residualmente sin apenas capacidad de operar en la realidad que sus países están viviendo. Ese no es el futuro que les deseamos.

En definitiva, sumarse a las fuerzas del cambio exige hacer un esfuerzo de transformación en los discursos y en las prácticas que, aunque todavía no es lo que se atisba entre sus dirigentes, IU tendría que asumir. Entonces la confluencia no sería difícil.



Francisco del Río
Profesor de filosofía

jueves, 26 de noviembre de 2015

Libertad e identidad humana: el republicanismo como exigencia moral




La libertad como estructura en el ser humano (I)


La progresiva pérdida de respuestas instintivas ante los estímulos del medio durante el proceso de hominización, provocó el surgimiento y necesidad de la cultura como sistema de respuestas adaptativas que ocuparan ese vacío. Así, la cultura sería un modo de adaptación eficaz y superior al biológico, un factor de humanización que se prolongará en la historia dependiendo del medio físico habitado por los diferentes grupos humanos. Por ello, en tanto que respuestas necesarias, el ser humano se verá inevitablemente impelido a elegir de entre ellas la más conveniente en cada momento. Esta inevitabilidad de la elección es lo que hace de la libertad algo constitutivo del ser humano. Por tanto, la libertad es una dimensión estructural de la condición humana, del animal cultural en que el ser humano consiste.

martes, 4 de agosto de 2015

A 79 años de la muerte de Blas Infante, el pueblo andaluz sigue empobrecido y su identidad diluida. Un breve esbozo del pensamiento infantiano.



                                                                           


El 11 de agosto de 1936, Blas Infante fue fusilado en el km. 4 de la carretera de Sevilla a Carmona por los golpistas que se habían levantado contra la legalidad republicana. Aquel asesinato se justificaría en una sentencia dictada 4 años después y, en una aberración jurídica, aplicando retroactivamente la ley. Hoy día sigue sin haberse revisado esa ignominia. Que esta reparación no haya sido posible, que los restos de Infante se encuentren en una fosa común del cementerio de S. Fernando, según se supone, es una muestra de la situación de debilidad política y cultural del pueblo andaluz. Y del olvido de lo que fue la obra y el pensamiento de Blas Infante.

La figura del considerado padre de la patria andaluza, Blas Infante, vuelve a emerger con reconocimientos desiguales. Por un lado, las instituciones oficiales parecen mostrar a un Blas Infante que se reconocería con el modelo actual de comunidad. Pero por los sectores más sensibilizados con las históricas demandas del pueblo andaluz, se denuncia la tergiversación de su pensamiento y los objetivos políticos que  Blas Infante persiguió.

¿Cuáles fueron las inquietudes de Blas Infante, qué se proponía para recuperar el estado de postración en que permanecía –y permanece- el pueblo andaluz? En un pasaje de su primera obra, “El ideal Andaluz”, expone lo que le guiará siempre en su quehacer político por el pueblo andaluz: ““Yo tengo clavada en la conciencia, desde mi infancia, la visión sombría del jornalero. Yo le he visto pasear su hambre por las calles del pueblo, confundiendo su agonía con la agonía triste de las tardes invernales…” (Infante, 1915)[i]. Los andaluces, desposeídos a partir del siglo XIII de sus tierras, entraron en la Era Moderna bajo el poder de la nobleza castellana. Desde entonces, los que no fueron expulsados (también con las posteriores de tipo económico), vivieron sumidos en la explotación económica y en la asimilación cultural. Infante sabía que la recuperación de la identidad pasaba por la reapropiación de lo que fueron sus medios de vida. Para que el pueblo andaluz pudiera volver a ser un pueblo, tendría que disponer de la propia capacidad de producir sus medios de vida, y hacerlo con las características con las que siempre lo ha intentado: proyectando su espíritu. Ninguna de las fórmulas políticas en pugna durante el siglo XX satisfacen el ideal del pueblo andaluz, el ideal de libertad, porque ese ideal, presente en la cultura andaluza desde sus orígenes, solo puede conseguirse cuando la libertad individual coincida con la libertad colectiva del pueblo en una sociedad justa orientada hacia el ideal de humanidad.

Infante continúa elaborando su pensamiento filosófico y político en obras como “La dictadura pedagógica”, la inconclusa obra “Fundamentos de Andalucía” o “El complot de Tablada y el Estado libre de Andalucía”. La libertad tiene que construirse desde abajo, desde el  individuo al municipio, pasando por la comarca y la provincia, hasta alcanzar el autogobierno como pueblo. La propiedad privada puede ser superada por la propiedad de todos, la propiedad comunal; pero el derecho a la posesión, a la generación de riqueza y a los productos del trabajo, estará a disposición de cada cual y al alcance de todos. Todas las familias jornaleras, los auténticos andaluces que fueron desposeídos, por tanto, tienen derecho a la tierra, al trabajo y la posesión de ella.

El ideal presente en el pueblo andaluz es un ideal de libertad incompatible con el capitalismo y el colectivismo socialista. La cultura andaluza es una cultura de raíz libertaria, humanista y vitalista, como sus abolengos griegos, y cuyo genio ha proporcionado brillantes épocas (Tartesos, Bética, Al-Andalus) en la historia. Derrotado y oculto, el ideal andaluz, de libertad y justicia, podrá aparecer y realizarse surgiendo desde cada individuo, construyendo la democracia con la entrega de los mejores hombres y mujeres en la tarea de formar al pueblo en la paz, la libertad y solidaridad para alcanzar un comunismo afectivo, de seres humanos libres y solidarios, es decir el comunismo libertario.

Si de Castilla proviene el señoritismo parasitario enquistado en la estructura social andaluza: el señorito, cacique o terrateniente que oprime y explota al pueblo andaluz; y si el Estado español, su dominio político y centralista, son la causa del empobrecimiento y anulación político-cultural de Andalucía, entonces España es el problema. En consecuencia, el pueblo andaluz, contra el señoritismo y contra el españolismo, tiene que exigir la autodeterminación, constituirse con la capacidad política para ser dueño de sus propios recursos y decidir por sí misma su propio destino. No para construir una Andalucía cerrada en sí (el nacionalismo andaluz es un nacionalismo antinacionalista), sino para el progreso de los pueblos en el ideal de libertad, el ideal de humanidad que, como sucedió en otros períodos de la historia, emergerá desde las propias raíces culturales de Andalucía.

Francisco del Río Sánchez
Profesor de Filosofía



[i] El Ideal Andaluz Ed. Fundación Blas Infante, p. 80

viernes, 31 de julio de 2015

Cuando las críticas al proceso de primarias en Podemos se convierten en un insulto a las personas que en él han participado.



El sistema elegido por la dirección de Podemos para elegir los miembros de las candidaturas al Congreso ha recibido algunas críticas desde corrientes internas de la propia organización y, también, de fuerzas políticas o personas que reclaman la unidad con Podemos. Estas críticas fundamentalmente han cuestionado las denominadas listas “plancha” y la elección de los candidatos/as sin discriminar por circunscripciones electorales provinciales o de comunidad autónoma.

Entre los diferentes procedimientos para la elección de candidatos/as puede optarse por votar personas o listas (que pueden ser abiertas o cerradas), sistemas mayoritarios o proporcionales, utilizar como ámbitos de elección la provincia, la comunidad autónoma o el Estado, etc. A cada sistema se le pueden presentar objeciones diferentes acerca de cuál de ellos representa mejor la voluntad de los participantes en la votación. Pero lo que ha sucedido en las recientes elecciones primarias de Podemos es un desprecio a la capacidad de los participantes en la votación para decidir quiénes deben de representarlos, un desprecio implícito en quienes han criticado el procedimiento utilizado.

La dirección de Podemos decidió que se voten personas, no candidaturas. Ciertamente no se sabe por qué circunscripción irá cada uno los candidatos más votados, pero este aspecto parece irrelevante toda vez que lo que se plantea es alcanzar una mayoría para desarrollar un programa de gobierno estatal y se supone que los representantes actuarán con fidelidad al programa y a las decisiones de los representados. Un problema aparentemente más importante sería la elección de candidatos ajenos a un territorio del Estado cuya identidad cultural y política tratan de defender los inscritos en ese territorio, fundamentalmente podría suceder así porque es mayoritario el número de votantes de otros territorios. Pero como ha sucedido en  Andalucía, los votantes han podido elegir a representantes que defiendan dicha identidad y que figuraban en diferentes listas. Además, como medida correctora, el reglamento de elección de candidatos tenía previsto el reparto por las comunidades de procedencia.

Se sigue insistiendo en que las listas “plancha” desvirtúan la pulcritud democrática del procedimiento. Suponen que el o la votante de Podemos no es capaz de discernir entre los candidatos/as que aparecen en las diferentes listas, que no es capaz de confeccionar de entre todos/as los candidatos/as de cada una de las listas sus propios candidatos, que en caso de desconocimiento acerca de candidatos/as, a la vista de las diferencias de criterios en el seno de Podemos –como en cualquier otra fuerza política-, no podrá guiarse por quien avala dicha lista. En definitiva, una puesta en cuestión intolerable de la autonomía, formación política y capacidad de decisión de las personas que han participado en el proceso. Las críticas, por tanto, han sido sustancialmente una ofensa a las casi 60.000 personas que han participado en el proceso de primarias. 



jueves, 2 de julio de 2015

Grecia y el dilema del prisionero



Los acreedores, representados por la troika (Comisión Europea, BCE y FMI) y El Estado griego se enfrentan a un dilema: a ninguno de los dos le interesa ni quiere una ruptura total. Los acreedores dejarían de cobrar a cuenta de la deuda que Grecia tiene con ellos y que supera los 317.000 millones de euros. Tendrían que asumirlo como pérdidas y eso saben que generaría consecuencias impredecibles en la economía europea. Grecia incurriría en un período de inestabilidad financiera y política, con caída del PIB, sin que una eventual recuperación del dracma permitiera vislumbrar una salida tan a corto plazo como para mantener a la población mínimamente resignada a la espera de tiempos mejores.

Como en el dilema del prisionero (mejor dicho, con una variación del mismo), existen varias posibilidades: (A) la troika achaca toda responsabilidad de la situación al Estado griego, declarándose inocente. (B) Para el Gobierno de Grecia, los responsables de hundir al país han sido las políticas austericidas de la troika exigidas en los planes de rescate. (C) La troika se declara a sí misma responsable de la situación en Grecia debido a sus imposiciones. (D) El Gobierno griego asume la culpabilidad del Estado acerca de la situación por no haber desarrollado políticas de control de la deuda. Ninguno sabe la actitud que tomará el otro. En el dilema del prisionero, el fiscal propone a los dos encarcelados la misma oferta por separado y ninguno sabe la que adoptará el otro. En esta variación que aquí se propone, serían las previsibles consecuencias de las decisiones que se adopten las que sirvan como oferta: si ninguno de los dos asume su responsabilidad, no hay acuerdo y ambos tendrán que pagar las consecuencias: la troika dejará de cobrar y Grecia entrará en bancarrota. Pero si la troika asume su responsabilidad, tendría que reestructurar la deuda y mantener el apoyo económico a Grecia a través del MEDE, permitiendo que el Gobierno de Syriza desarrolle su programa enfocado hacia el crecimiento económico y el desarrollo del Estado del bienestar, revertiendo así las políticas que han perjudicado a la población desde que comenzaron los programas de rescate. Si es Grecia quien asume que la situación alcanzada es debida exclusivamente a la ineficiente política económica de los últimos gobiernos (descontrol del gasto público, la política fiscal, ineficiente gestión de los programas de rescate, etc.), entonces tiene que aceptar las condiciones para la extensión del rescate y un tercer rescate: reforma laboral, reducción del gasto público, recorte de las pensiones, subida del IVA, copago sanitario, etc.

Desde el punto de vista de los intereses de cada cual, es decir, la estrategia egoísta, ninguno declararía su responsabilidad. Pero entonces las consecuencias serían desastrosas para ambos. Pero cabe otra alternativa (como la que el fiscal ofrece en el dilema). Más irracional como opción para cada parte, pero estratégicamente es la que podría convenir para un resultado menos malo. Tiene un riesgo: no sabes si el otro la asumirá o te dejará en la estacada. Consiste en que cada uno asuma la responsabilidad, un grado de culpabilidad por la situación generada, aunque piensen que no haya sido así. En consecuencia, ambos renuncian a ser exonerados y tendrán que pagar. La opinión pública lo asumiría como inevitable, aunque tampoco lo piense, como asumiría el supuesto castigo que cada uno recibiría. La troika tendría que aceptar la reestructuración de la deuda, sí, pero no contabilizaría la deuda como pérdida, desparecerían las consecuencia sobre el sistema financiero y las instituciones europeas mantendrían su actual status. Grecia tendría que aceptar determinadas condiciones para un tercer rescate financiero (30.000 millones de euros), pero con medidas más suaves (como serían una menor reducción a las pensiones o edad de jubilación, al IVA aplicable en las islas, sobre el mercado laboral, el copago sanitario y oras medidas respecto al empleo público. Por último, el pago de la deuda podría ligarse al crecimiento). La concreción de todas ellas es lo que estos días se escenifica con mensajes en doble dirección, declaraciones, entrevistas y referéndum; es decir, lo que tendrán que asumir, por injusto que parezca, antes de que se imponga una consecuencia mayor.

También va a depender de la inteligencia estratégica de las partes que toman las decisiones, de las cabezas visibles de ambas: Tsipras y Merkel. Si confían en la capacidad de juego el uno del otro, el resultado puede ser el menos malo para ambos. Si se impone la desconfianza (pensar que la otra parte te puede dejar en la estacada) o la defensa a ultranza de las propias convicciones en cada caso, entonces la quiebra de Grecia y la crisis en la eurozona serán una realidad.

Conclusión para quienes creemos en la presencia y operatividad de racionalidad estratégica: habrá acuerdo.


Francisco del Río
Profesor de filosofía

domingo, 21 de junio de 2015

Los tuits de humor negro como arma arrojadiza contra el concejal G. Zapata: ¿ignorancia, mala fe, u oculta proximidad con el contenido que se critica?



En sectores alternativos de la cultura durante los 70 y 80 del siglo pasado se leían revistas underground con buenas dosis de humor negro. De entre todas destacaría “El Víbora” (hasta el 2005). Entre sus mordaces historias de humor, prácticamente no había convención, norma, costumbre que no fuera sometida a escarnio. Por supuesto, también lo políticamente correcto e, incluso,  las propias convicciones de quienes asumían la cultura alternativa. A pesar de la ridiculidación generalizada, apenas ninguna de las personas fieles lectoras de las revistas entendía estas historias como apología de actitudes criticables (como sexistas, homofóbicas, violentas…) ni se sentía ofendidas por ellas. ¿Por qué? Porque en el contexto cultural y linguístico propio de la comunidad lectora, se compartían valores y actitudes firmemente asentados desde el cual esa forma de practicar humor no era más que un divertido juego.

Ese tipo de humor negro a mucha gente no le gustaba ni le gusta. Por eso, no todo el mundo accedía a esas revistas. Pero también el uso del humor negro se ha sabido contextualizar en otros ámbitos. Casi nadie con sensibilidad y preocupado por la dignidad del ser humano, se atrevería a utilizar en público formas de humor cuyo contenido descontextualizado pudiera ser hiriente para otras personas. Nadie así se atrevería a contar chistes de contenido racista. Pero eso no quita para que en círculos próximos, donde el sentimiento antirracista está fuertemente asentado (e incluso militante), a veces se hayan contado divertidamente esos chistes.

Un miembro de la comunidad afroamericana, podrá dirigirse a algún amigo también  perteneciente a ella con la expresión “mueve tu negro y apestoso culo”. Sin embargo, que a ninguna persona ajena a dicha comunidad se le ocurra tal atrevimiento. O como hace unos días escuché decir en un determinado pueblo a un vecino: “nuestro pueblo es muy bonito; lo peor lo tenemos quienes vivimos aquí”. Si el contenido de la frase es pronunciado por alguien del pueblo de al lado (con el que existe cierta rivalidad), el altercado estaría cantado.

El contexto donde se producen estas situaciones es fundamental para entender el significado de frases, los chistes, etc. y si son hirientes o no. Dicho contexto es lo que ha estudiado la pragmática lingüística (Austin, Searle….) para una interpretación adecuada de los enunciados que va más allá del mero significado semántico de los términos. Y este aspecto es lo que no deberían desconocer los periodistas y medios que critican al concejal de Madrid, Guillermo Zapata (Ahora Madrid), y del que exigen su dimisión.

Además de la ignorancia, caben también otras hipótesis: la mala fe de quienes actúan a sabiendas; es decir, que falten a la veracidad con tal de obtener réditos políticos para las organizaciones del régimen bipartidista que defienden con ardor. Y aún más. Que ellos mismos y sus medios no estén lejos de compartir el contenido denigratorio con el que interpretan los tuits. ¿Acaso no han dado suficientes pruebas de etnocentrismo, sea cual sea su manifestación (racismo, xenofobia, chovinismo o aporofobia) estos mismos periodistas y sus medios? En este caso, una persona comprometida con el diálogo intercultural (interculturalismo), como el concejal aludido, puede hacer humor negro hasta de sus convicciones entre afines. Ahora bien, ese tipo de humor entre personas que han dado muestra de su etnocentrismo, ellos y quienes comparten pensamiento político  (ya no se podría catalogar como humor negro), entonces sí que tendrían otro significado diferente y humillante para los grupos que aparecen aludidos en los tuits señalados. Tal vez por eso defiendan que tengan ese sentido, porque ese es el que ellos habitualmente le otorgan. Y como saben que un sector de población no se los admite, y en este sector se encuentra el electorado de Podemos y de Ahora Madrid, tratan de restarles apoyos con esa orquestada campaña mediática.



Francisco del Río
Profesor de filosofía

martes, 19 de mayo de 2015

Las críticas desde la izquierda a Podemos: una irresponsabilidad para el empoderamiento ciudadano y la superación del régimen del 78



Si un partido se propone dar fin al régimen del 78, el modelo socio-político y económico surgido de la transición, es normal que reciba la hostilidad de las fuerzas políticas y poderes que apoyaron dicho régimen. Por tanto, la envestida mediática y política contra Podemos era previsible. En un enfrentamiento enormemente desigual para Podemos, con escasos recursos y contando con apoyos solo en medios digitales, incluso abandonado de algunos programas televisivos que le habían dado un tratamiento favorable, podía entreverse una pérdida de simpatías por parte de sectores de población de menor cultura política y capacidad crítica, como parece estar sucediendo.

Lo que no era tan previsible es que las fuerzas de la izquierda que parecían  cuestionar el régimen del 78 –o al menos, algunos sectores de las mismas-, se lanzaran también en esa campaña para desgastar a Podemos. Me estoy refiriendo a miembros de IU, de las fuerzas integradas en la coalición, y personas cercanas a ella. Ello se está produciendo de forma pública y notoria desde que las encuestas empiezan a señalar un descenso en la intención de voto a Podemos, como sucede también con la propia IU. La consigna mil veces repetida y dirigida hacia Podemos es que tiene que cambiar de estrategia y confluir en una coalición. Veamos el sentido de estas propuestas:

1.- Confluencia

Los llamamientos hacia una confluencia, hacia la formación de una coalición tipo Syriza que integrara a todas las fuerzas de izquierda, en rigor, IU y Podemos, a la que habría que sumar Equo, se justificaría por el aumento de la fuerza y el atractivo electoral. Pero no se realiza ningún análisis o explicación que pueda corroborar tal cosa. Es más, hoy Podemos es la única marca que está en condiciones y tiene la fuerza suficiente para intentar ganar unas elecciones. IU está en declive y su discurso político, extraño a los planteamientos de Podemos, es más una rémora que restaría apoyos al proyecto de Podemos. IU aúna unas prácticas políticas, fruto de sus experiencias en gobiernos autonómicos, de colaboración con el PSOE y enquistamiento institucional a la vez que una identificación con idearios de muy escasa aceptación entre la población. Que IU sea percibido como una fuerza política que aspira a mantener al PSOE y que algunos de sus dirigentes puedan ser acusados de casta, es consecuencia de la línea política de la coalición. Para Podemos sería un lastre tener a estos compañeros de viaje.

Por otro lado, gran parte de los miembros de IU saben que la única posibilidad de sobrevivir y tener cierta presencia institucional es concurriendo electoralmente junto a Podemos (siempre y cuando obtengan una buena cuota dentro de esa coalición). Sobre la base de ese escenario, resulta incomprensible que traten de desgastar a Podemos con el aumento de sus críticas. Más sentido tienen las de aquellos dirigentes (especialmente de IU Madrid, pero también presentes en toda la organización) empeñados en mantener a IU como fuerza autónoma y que, por tanto, quieren competir con Podemos en el mismo caladero de votos. Pero aplicar la condición de adversario político a quien teóricamente no lo es también jugará en contra de sus expectativas.  


II.- Carencia de ideología

Este concepto no puede utilizarse alegremente como tan a menudo se hace por sus variados significados, no siempre posibles de discernir contextual y pragmáticamente. Algunos pretenden utilizarlo como sinónimo de referente teórico-político. Así, la identificación derechas, izquierdas, liberal, republicano, marxista, etc. y las  familias a las que han dado lugar estas tradiciones, serían la “ideología”. Pues en ese sentido, dado lo contradictorio de sus interpretaciones y errática puesta en práctica, lo más sensato es la carencia de ella.

lunes, 30 de marzo de 2015

Finalizada la Guerra Civil un 1 de abril de hace 76 años, la República sigue siendo la aspiración de un demócrata consecuente.


                                                                               
Último bando de guerra firmado por el general golpista Fº. Franco
 (Hacer clik sobre la foto para ampliar)
                                                                          
El 1 de abril de 1939 se se dio por finalizada la Guerra Civil iniciada con el golpe de Estado dirigido por el general Franco. Tras el último bando militar (ver foto) sufrimos la larga noche (36 años) de la dictadura franquista. Finalmente, con la desaparición física del dictador en 1975, los acontecimientos parecían anunciar que el régimen vivía sus últimos días. Pero se inició entonces un proceso de transición que en el que, en lo esencial, el viejo dictador había dejado “todo atado y bien atado”. La Monarquía impuesta por el general Franco como forma de Estado dio continuidad a la hegemonía del bando de los ganadores de la fraticida guerra.

Conducida por los sectores que dominaban el aparato de Estado, desde el Movimiento Nacional se produjo el acercamiento hacia las principales fuerzas políticas, organizadas en la débil oposición, para alcanzar un pacto que permitiera unas elecciones homologadas en Europa. A tal fin se introdujeron las reformas necesarias sin que supusieran la ruptura con el régimen fascista anterior. La transición continuó con las elecciones de 1977 y, finalmente, con el referéndum que permitió la aprobación de la Constitución en 1978.

Los sectores sociales dominantes en la anterior etapa continuaron su situación privilegiada en la naciente democracia. La forma Estado tuvo continuidad en la Monarquía centralista, manteniendo el poder oligárquico de las mismas minorías e imponiéndose un escrupuloso silencio sobre la represión y crímenes del pasado. Los aparatos del Estado y el poder judicial permanecieron intactos mientras se consolidaba una partitocracia, apoyada desde la propia constitución y la ley electoral, que permitiría el establecimiento de la clase política que garantizase el statuo quo económico, sin que pudiera desarrollarse el Estado del bienestar tal como había sucedido en los países que entonces conformaban el núcleo central de Europa. Los privilegios de la minoría dominante permanecieron intactos, aumentando su poder y la desigualdad económica en el país desde entonces. La Iglesia católica, aliada del régimen anterior, continuó su intromisión en la esfera del Estado sin apenas revisión.

Herederos de aquella transición, hoy, se vive un panorama desolador en todas las instituciones del Estado, a la par que aumenta la desigualdad social y crece la desafección de la población respecto al poder político. El exceso de poder acumulado por unos pocos, las minorías económicas y financieras (grandes empresas y bancos) y la clase política, ha acabado por sobrepasar los límites que el Estado de derecho impone. Desde el propio monarca y la familia real, pasando por el Gobierno y los representantes parlamentarios, la corrupción amenaza por cualquier esquina. No hay institución sobre la que no recaiga alguna sospecha y en los tribunales se acumulan las imputaciones. Hasta los sindicatos oficiales, que han sido un bastión importante para consolidar una política regresiva hacia las clases trabajadoras, se encuentran entre las instituciones beneficiadas por el Estado y encausadas por posibles corruptelas.

Aquel modelo de transición, y la Constitución resultante, pudo responder a la correlación de fuerzas existentes en aquellos entonces, pero hoy no representan a la mayoría de la población. Sólo una exigua minoría de la actual población viva participó en aquel referéndum que la aprobó. La monarquía, que aparecía escondida en el articulado del texto constitucional, impidiendo que la población pudiera pronunciarse sobre la forma de Estado, es decir, entre Monarquía o República, carece ya de la escasa legitimidad con la que nació.

En consecuencia, lo que desde la ciudadanía se reclama, con más fuerza cada día, es la apertura de un proceso constituyente y la implantación de la República como forma de Estado. Es decir, dar fin a la continuidad del franquismo prolongado en la transición, en el modelo de sociedad y de Estado configurados desde entonces, para hacer realidad que la democracia sea el autogobierno del pueblo. Y esto es, simplemente, una aspiración de cualquiera que se considere demócrata.

Francisco del Río
Profesor de Filosofía

domingo, 15 de marzo de 2015

Políticas públicas de la memoria para construir democracia. Carta a los candidatos/as a presidir la Junta de Andalucía


Artículo de Ángel del  Río publicado en eldiario.es (14-03-2015)

Estimado candidato:

La mirada al pasado y la implementación de políticas públicas de la memoria no debería entenderse exclusivamente como un gesto institucional para satisfacer una creciente demanda social y siempre constreñido a la precaria disponibilidad presupuestaria, sino que, por el contrario, debería ser asumida como acción decidida de gobierno para la profundización y fortalecimiento de la identidad democrática de Andalucía.

Como se sabe, el proceso de transición de la dictadura a la democracia se llevó a efecto sin reconocimiento alguno de las víctimas del franquismo que fueron invisibilizadas y condenadas al olvido, careciendo durante la mayor parte de la etapa democrática de representación en el espacio público. Solo a través de la iniciativa ciudadana, materializada en un incipiente movimiento memorialista conformado por numerosas entidades y agrupaciones de familiares, han emergido las víctimas del franquismo como nuevo actor social que reclama la tríada indisociable de verdad, justicia y reparación como un derecho inapelable de toda sociedad democrática.

La situación española contrasta con la del entorno europeo –al que en tantas cosas se trata de emular–, donde las víctimas de las dictaduras totalitarias y la lucha contra el nazi-fascismo y el estalinismo forma parte esencial de las políticas de memoria y reconocimiento por parte de la mayoría de los estados. La negación sistemática de las víctimas del franquismo por parte del Estado español es tan evidente que Naciones Unidas, a través del  Grupo de Trabajo sobre Desapariciones Forzadas o Involuntarias y el   Relator Especial para la Promoción de la Verdad, la Justicia, la Reparación y las Garantías de no Repetición denunciaron en sendos informes el incumplimiento de las obligaciones estatales en materia de desapariciones forzosas y el estado de indefensión de las víctimas, a la vez que aportan una serie de recomendaciones que deberían constituir una hoja de ruta de obligado cumplimiento.

Es cierto que en Andalucía la Administración ha establecido en esta última década programas de subvenciones a entidades memorialistas, ayuntamientos y universidades enfocados básicamente a tareas de investigación y reconocimiento a las víctimas del franquismo y ha dispuesto algunas medidas de reparación a personas que sufrieron prisión o vejaciones. También se aprobó un decreto por el que se crean y regulan la figura de Lugar de la Memoria Histórica de Andalucía o de manera más tímida se han acometido unas pocas exhumaciones de fosas comunes. Y suponiendo, sin duda, un avance sustancial, todavía se percibe como insuficiente.

jueves, 26 de febrero de 2015

28-F: un día de Andalucía muy lejos de los planteamientos de Blas Infante. Un esbozo de su pensamiento.



El 28 de febrero, aniversario del referéndum en que el pueblo andaluz decidió constituirse como comunidad autónoma, es oficialmente el día de Andalucía. Por ese motivo, el Gobierno andaluz y las instituciones oficiales programan una serie de actividades conmemorativas de lo que supuso aquella fecha. Sin embargo, desde diferentes organizaciones sociales andaluzas, se critica la complacencia desde las instituciones respecto a la situación actual. Incluso se reclama que la fecha emblemática para celebrar el día de Andalucía tendría que ser el 4 de diciembre, pues fue en esa fecha de 1977 cuando se alcanzaron las mayores movilizaciones (algunas fueron fuertemente reprimidas, ocasionando la muerte del joven M. García Caparrós en la manifestación de Málaga) para reclamar el reconocimiento de la identidad andaluza. Y lo que se pretende es que el espíritu, los objetivos que entonces se llevaron a la calle, sean los que realmente inspiren la acción para recuperar la identidad cultural del pueblo andaluz y su soberanía política.

La figura del considerado padre de la patria andaluza, Blas Infante, vuelve a emerger con reconocimientos desiguales. Por un lado, las instituciones oficiales parecen mostrar a un Blas Infante que se reconocería con el modelo actual de comunidad. Pero por los sectores más sensibilizados con las históricas demandas del pueblo andaluz, se denuncia la tergiversación de su pensamiento y los objetivos políticos que  Blas Infante persiguió.

¿Cuáles fueron las inquietudes de Blas Infante, qué se proponía para recuperar el estado de postración en que permanecía –y permanece- el pueblo andaluz? En un pasaje de su primera obra, “El ideal Andaluz”, expone lo que le guiará siempre en su quehacer político por el pueblo andaluz: ““Yo tengo clavada en la conciencia, desde mi infancia, la visión sombría del jornalero. Yo le he visto pasear su hambre por las calles del pueblo, confundiendo su agonía con la agonía triste de las tardes invernales…” (Infante, 1915)[i]. Los andaluces, desposeídos a partir del siglo XIII de sus tierras, entraron en la Era Moderna bajo el poder de la nobleza castellana. Desde entonces, los que no fueron expulsados (también con las posteriores de tipo económico), vivieron sumidos en la explotación económica y en la asimilación cultural. Infante sabía que la recuperación de la identidad pasaba por la reapropiación de lo que fueron sus medios de vida. Para que el pueblo andaluz pudiera volver a ser un pueblo, tendría que disponer de la propia capacidad de producir sus medios de vida, y hacerlo con las características con las que siempre lo ha intentado: proyectando su espíritu. Ninguna de las fórmulas políticas en pugna durante el siglo XX satisfacen el ideal del pueblo andaluz, el ideal de libertad, porque ese ideal, presente en la cultura andaluza desde sus orígenes, solo puede conseguirse cuando la libertad individual coincida con la libertad colectiva del pueblo en una sociedad justa orientada hacia el ideal de humanidad.

Infante continúa elaborando su pensamiento filosófico y político en obras como “La dictadura pedagógica”, la inconclusa obra “Fundamentos de Andalucía” o “El complot de Tablada y el Estado libre de Andalucía”. La libertad tiene que construirse desde abajo, desde el  individuo al municipio, pasando por la comarca y la provincia, hasta alcanzar el autogobierno como pueblo. La propiedad privada puede ser superada por la propiedad de todos, la propiedad comunal; pero el derecho a la posesión, a la generación de riqueza y a los productos del trabajo, estará a disposición de cada cual y al alcance de todos. Todas las familias jornaleras, los auténticos andaluces que fueron desposeídos, por tanto, tienen derecho a la tierra, al trabajo y la posesión de ella.

El ideal presente en el pueblo andaluz es un ideal de libertad incompatible con el capitalismo y el colectivismo socialista. La cultura andaluza es una cultura de raíz libertaria, humanista y vitalista, como sus abolengos griegos, y cuyo genio ha proporcionado brillantes épocas (Tartesos, Bética, Al-Andalus) en la historia. Derrotado y oculto, el ideal andaluz, de libertad y justicia, podrá aparecer y realizarse surgiendo desde cada individuo, construyendo la democracia con la entrega de los mejores hombres y mujeres en la tarea de formar al pueblo en la paz, la libertad y solidaridad para alcanzar un comunismo afectivo, de seres humanos libres y solidarios, es decir el comunismo libertario.

Si de Castilla proviene el señoritismo parasitario enquistado en la estructura social andaluza: el señorito, cacique o terrateniente que oprime y explota al pueblo andaluz; y si el Estado español, su dominio político y centralista, son la causa del empobrecimiento y anulación político-cultural de Andalucía, entonces España es el problema. En consecuencia, el pueblo andaluz, contra el señoritismo y contra el españolismo, tiene que exigir la autodeterminación, constituirse con la capacidad política para ser dueña de sus propios recursos y decidir por sí misma su propio destino. No para construir una Andalucía cerrada en sí (el nacionalismo andaluz es un nacionalismo antinacionalista), sino para el progreso de los pueblos en el ideal de libertad, el ideal de humanidad que, como sucedió en otros períodos de la historia, emergerá desde las propias raíces culturales de Andalucía.

Francisco del Río Sánchez
Profesor de Filosofía



[i] El Ideal Andaluz Ed. Fundación Blas Infante, p. 80



viernes, 16 de enero de 2015

Los mejores para la función rectora de la sociedad: una demanda que plantea Podemos



Ortega y Gasset, admirable filósofo de la primera mitad del siglo XX, escribió numerosos ensayos y artículos que contienen una gran carga profética, y que, a día de hoy, no dejan de sorprendernos. En varias de sus obras escribió acerca de la relación entre minorías selectas y masas. Entre ellas, en “España invertebrada” (inicialmente se publicó como una serie de artículos en el diario el “El Sol”) y en “La rebelión de las masas”.

Puede no compartirse con Ortega el análisis que, en dichas obras, efectúa sobre el papel de las minorías en la formación del Estado español y la ausencia de las mismas en buena parte de su historia. También resulta bastante dudosa la caracterización y composición de lo que este autor entiende por esas minorías selectas que tendrían que ejercer la función rectora de la sociedad en todos sus ámbitos; pero nada de ello impide que se reconozca la importancia y presencia social de los mejores, ciertamente escasa en nuestra historia reciente, y de su necesaria influencia. Y lo que es innegable es que el par opuesto que configuraría la estructura de toda sociedad, las masas, han impuesto su dominio por doquier. Ortega ya lo anunció en los años veinte, pero este dominio ha sido una realidad durante los años de la dictadura y el franquismo sociológico que pervive en nuestros días (aún sea con otras formas de gobernanza política).

La masificación de la sociedad y la imposición de criterios, gustos y caprichos del autosatisfecho hombre masa, no dejan resquicio social que no esté sometido a ellos. Todos los ámbitos de la cultura, los medios de comunicación, la ciencia y las actividades profesionales, la economía y la política quedan subsumidos a esa innegable realidad. Y también con ella, las costumbres y la moral. En el conjunto del Estado, como dice Ortega, “ha triunfado el más chabacano aburguesamiento. Lo mismo en las clases elevadas que en las ínfimas… y la masa de los torpes aplasta cualquier intento de mayor firmeza”. A ese estado social han sucumbido las organizaciones surgidas de todas las clases y grupos sociales: partidos políticos, sindicatos, organizaciones patronales, etc. El hombre masa, del que Ortega describía varios tipos, como el señorito satisfecho, el niño mimado, el bárbaro primitivo o el especialista científico, tiende a imponer dirigentes salidos de su seno que reproducen los mismos esquemas de bajo nivel de moralidad; es decir, políticos que no son más que una prolongación de las masas en la dirigencia política de la sociedad. Por eso, a pesar del incumplimiento de promesas, de las corruptelas, nepotismo y redes clientelares en que incurren durante su gestión, los mismos profesionales de la política continúan insistentemente en el poder, el partidario y el representativo, tras los sucesivos procesos electorales a los que se someten. Pero además, el desarrollo del capitalismo y de la crisis sistémica que padecemos, actúa como correlato del dominio de las masas y la decadencia de la clase política[i].

Ortega creía, a propósito de la distinción en los purana indios de la sucesión de épocas de esplendor (kitra), donde la sociedad estaría dirigida por los mejores, y de épocas decadencia (kali), que el final de la época de decadencia que se vivía en el Estado español podría estar próxima. Pero las minorías calificadas continuaron sin aparecer con fuerza en el escenario social y, en consecuencia, tampoco en el escenario político. Sin embargo, esa tónica general no ha impedido que desde determinados grupos y movimientos, sobre todo a partir del 15M, empiece a cuestionarse el sistema social (y la cultura dominante) a la vez que, también, se aprecia la condición subjetiva de hombres y mujeres que por empeño personal, esfuerzo y exigencia, altura moral y carencia de interés, aparecen como modelos a los que seguir. En esta realidad emergente se les identifica como los mejores para el ejercicio de la función rectora de la sociedad. Entre ellas destacan personas con dotes especiales para el ejercicio de la política y con formado juicio sobre los asuntos públicos (también apreciadas por honestas e integridad personal). A ellas es a las que, estos días, apela la fuerza política surgida desde los movimientos sociales y desde la ciudadanía indignada, como es Podemos; a ellas realiza el llamamiento para que se incorporen al proceso que puede alumbrar un tiempo nuevo.

Con todo, el que sean los mejores hombres y mujeres quienes asuman el papel dirigente de una organización para que, a su vez, puedan alcanzar el gobierno del Estado, no deja de entrañar dificultades en el proceso abierto: ¿es suficiente, en todos los casos, el reconocimiento de aquellos señalados como “los mejores”?, ¿qué tipo de relación se establecerá entre los mejores  y la multitud?, ¿está claro siempre qué se persigue con "el gobierno de los mejores"?

Blas Infante, especialmente en su obra "La dictadura pedagógica", también fue consciente de la necesidad del papel dirigente de los mejores: la aristodemocracia. Para el pensador andaluz, el pueblo tendría que reconocer de entre ellos a los más capacitados para encomendarles la función social y política dirigente, tarea a la que le asignaba una fundamental componente pedagógica. Y en efecto, para la constitución de un nuevos sistema social, una nueva democracia, los aristos, los mejores surgidos desde la ciudadanía, desde los pueblos y la multitud[ii], con el reconocimiento que se les otorga por haberse desligado de la imposición de la masa, tendrían como como función ceder su lugar a pueblos libres dirigidos hacia el fin moral que legitima la existencia del poder político; es decir, que las condiciones económicas, sociales y culturales permitan que la vida y la libertad (y a ser posible, la felicidad) sean una realidad sentida y decidida, con autenticidad, en cada individuo y en cada pueblo.

¿Ejercerán las minorías –de cuya ausencia se lamentaba Ortega- ese compromiso?





[i] En rigor, habría que decir que sus raíces se hunden en los inicios de la Modernidad y la extensión del cosificado programa racionalista por la vieja Europa.

[ii] En esas minorías, entre los mejores, pueden surgir personas de ámbitos diferentes como la economía crítica, la ciencia, el sindicalismo, la banca ética, la economía social y el cooperativismo, la politología, la filosofía, la cultura, etc., personas a las que una la misma visión integral del ser humano y de la sociedad que nuestro tiempo necesita.


Francisco del Río Sánchez
Profesor de Filosofía